sábado, 14 de enero de 2012

Los asesinos de los científicos nucleares están enviando un doble mensaje a Irán

En la tradición judía, el mundo se dice que se basa en tres principios fundamentales. En los proyectos nucleares también existen tres aspectos fundamentales: El material nuclear, los equipos y la mano de obra.

Un arma de guerra nuclear requiere de una cantidad y calidad suficiente de uranio o plutonio. También requiere de unas instalaciones de enriquecimiento para el material y los medios para hacerlos llegar a su destino (bombas y aviones, ojivas y misiles, y en un nivel táctico, proyectiles y minas terrestres.) También se necesitan científicos, ingenieros y operadores. Se necesita la gente que apriete el botón, y se necesita la gente que construye lo que sea que va volando cuando se apriete el botón o se active el interruptor.

Incluso a los más fervientes musulmanes chiítas, que creen en Alá y sus tres profetas, les será difícil creer que la pura casualidad hace que la gente de la industria nuclear de Irán explote por los aires. Y es precisamente esta gente y nadie más quien cada menos de dos meses están encontrándose con su muerte.

La intervención humana está en el objetivo de las sospechas de los iraníes, y cuando se trata de que cada carga explosiva se entrega en la parte trasera de una motocicleta, como si se tratara de una pizza, se está entregando a los iraníes un dedo culpable: Israel. Y eso no es porque el reputado mafioso israelí Yaakov Alperon se encontrara con su destino de manera similar en una calle de Tel Aviv.

Los comentarios del martes por parte de Jefe del Estado Mayor israelí, Benny Gantz, acerca de los sucesos no naturales en Irán tienden a reforzar las conjeturas sobre una especie decomplot. Pero en la práctica no importa si esta sospecha es correcta, es medio correcta o incluso menos que eso. No importa si losasesinatos son fabricados en Israel o son el trabajo de unos desconocidos que simplemente comparten un enemigo común con Israel en la forma de un régimen fanático islámico en Teherán.

La ambigüedad viene unida a la ambigüedad que rodea la capacidad nuclear de Israel. Sirve para los siguientes fines: La hipótesis de que Israel sabe quien está activo en el proyecto nuclear de Irán, sabe dónde y cuándo encontrarlos y cómo eliminarlos de la comunidad de científicos. En otras palabras, todos los científicos nucleares iraníes saben que están en el punto de mira.

Infiltrarse en el corazón de la capital iraní o ciudades de la periferia, o en carreteras remotas cerca de las instalaciones de seguridad; asesinatos; desaparecer de este mundo sin dejar evidencia de quien llevó a cabo el asesinato... Todo esto refleja un enfoque sistemático y profesional. Es cierto que estas cualidades no caracterizaron el asesinato de Mahmoud al-Mabhouh hace dos años, que la policía de Dubai atribuye alMossad, pero dos años antes hubo una operación de asesinato mucho más exitosa en Damasco contra Imad Mughniyeh, por lo que el balance de sospechas se mantiene intacto.


La campaña de Occidente, bajo el liderazgo estadounidense, contra el programa nuclear iraní no es una guerra de elección. En su ausencia, las tensiones en el Medio Oriente se intensificarían a un nivel intolerable. Si hemos de juzgarlo por los resultados de trueno, es una guerra muy selectiva con objetivos cuidadosamente seleccionados. Los objetivos no son símbolos del régimen, ni siquiera teológicos, diplomáticos o militares encargados de tomar decisiones.

No es que ellos tengan inmunidad. Podría ser que estén bien protegidos, pero parece que no hay un esfuerzo extraordinario que se haya invertido en ellos tampoco. La razón para esto podría ser el instinto de supervivencia de los ministros y los comandantes militares en las capitales occidentales, que temen una represalia iraní por el asesinato de altos cargos. Esto sería más sofisticado que la recogida de información antes del complot de asesinato contra el embajador saudí en Washington, un caso de aficionados que fue descubierto a través de la inteligencia de informantes. Pero también implica un juicio sobre la limitación del alcance de la campaña.

La limitación de los asesinatos a científicos nucleares transmite un doble mensaje a Irán. En primer lugar, el que está enviando a los asesinos no se reconciliará nunca con un Irán con capacidad militar nuclear. Están decididos a dañar el programa nuclear en todos sus aspectos. El que está enviando a los asesinos también entiende que cualquier sistema que está dañado o incluso destruido puede ser rehabilitado si se encuentran las personas adecuadas para revivirlo.

Estas personas, algunas de las cuales están siendo asesinadas, ciertamente estarían dentro de los objetivos de Occidente después de un ataque contra las instalaciones nucleares de Irán, si se llevara a cabo uno, para impedir esfuerzos posteriores para restaurar el programa. Occidente haría esto para impedir la reconstrucción de lo que quedaría en ruinas por años.

En segundo lugar, no se trata de un asalto amplio contra el régimen iraní, solo en su brazo nuclear. Los líderes de Irán deben decidir ahora en pequeña escala, y con mayor razón después de un ataque, si responderán a un ataque quirúrgico mediante la apertura de una guerra más amplia.

Si Occidente fuera a atacar a Irán a lo largo de un frente total, la respuesta tendría que ser mayor. Por otro lado, un ataque contra las instalaciones nucleares por sí solo dejaría muchos activos en manos de Irán que dudaría en perder en una respuesta de ojo por ojo. Estos incluyen las instalaciones petroleras, bases de la Guardia Revolucionaria, y sobre todo las del propio régimen y sus líderes.

Por lo tanto, en su muerte el miércoles, Mostafa Ahmadi Roshan dirigió a sus líderes a hacerse un examen de conciencia. Los motoristas que cargaban los explosivos eran en realidad mensajeros. Además de enviar la sentencia de muerte del científico nuclear, estaban enviando un mensaje a las autoridades de Teherán.