El 22 de de junio del 2010 soñé que había ocurrido el arrebatamiento. Vi personas desesperadas buscando algo y era a sus familiares, a sus hijos, padres, hermanos; gritaban y gritaban desesperadamente y los llamaban por sus nombres y decían: -¿donde están, qué se hicieron?- y lloraban y lloraban amargamente (el lugar del sueño era en los EEUU).
Era un gran día de clamor y lágrimas, habían personas que buscaban por debajo de los carros; otras personas, que sabían que había ocurrido el arrebatamiento, se encaramaban arriba de los carros y gritaban: -¡Señor, Señor, te olvidaste de mí, llévame, llévame, ¿porqué me quedé?, ¡no me quiero quedar aquí!- y extendían sus manos hacia arriba y se empinaban diciendo: “Señor, Señor”… lloraban desconsolados, y se decían:
-¿Por qué, por qué me quedé, por qué me quedé aquí?-
Y otros decían:
-“yo no sabía que me iba a quedar”-.
En ese momento grito y lloro y le dije: -¡Señor, Señor, yo también me quedé, porqué Señor!- y lloraba. Fue cuando escuché al Señor Jesucristo que me dijo: -“hija, esta es una visión de lo que sucederá para los que se quedan, tu estás fuera de la visión”-.
Me mostró el cielo y de allí vi como en una pantalla gigante. Vi que la tierra era un caos. Antes del arrebatamiento, hubo un terremoto, la tierra se estremeció ( porque se dio la resurrección de los muertos primero y por eso el gran terremoto, para que las tumbas se abrieran) Después del arrebatamiento hubo el caos, carros chocados, uno encima de otro, aviones que perdían el control chocando contra los edificios, trenes descarrillados (esto se debió a que las personas que manejaban estos vehículos, que eran cristianas y se fueron en el arrebatamiento)
Los que se quedaron continuaron su vida rutinaria, hasta que se encuentran con este caos y se dan cuenta que no habían choferes, ni conductores, y habían chocado con estos vehículos "sin conductores". Toda la tierra era espantosa, había llanto y pánico. Me di cuenta que ese día había un sol radiante y cuando sucedió el arrebatamiento el día cambió, era como que había sol, pero que una densa neblina lo cubría; y parecía que las personas que se quedaron no se dieron cuenta del cambio, ellos solo buscando a los suyos (a los que se fueron con el Señor). Había gran llanto y angustia.
En otra escena, veo a los cristianos que se habían quedado y de una empezaron a escapar, ya había pasado cierto tiempo, algunos días tal vez. Ellos tenían que huir rápidamente porque eran sus mismos parientes y/o amigos quienes los entregaban, los vendían y conspiraban en contra de ellos, en algunos casos eran ellos mismos quienes los prendían y les entregaban a los agentes diciéndoles: "tu no eres de los nuestros"
Vi a los cristianos atemorizados, ellos huían en grupos pequeños; después vi que muchos se escondían en cuevas.
Allí dentro hablaban bien bajito, como susurrando para que no los escucharan y ni los encontraran, pero de repente, aparecían de la nada unos demonios y cuando estos se percataban que habían cristianos escondiéndose, automáticamente informaban a los agentes del anticristo (no sé cómo).
La siguiente escena fue en calle, los agentes habían tomado a un cristiano, y ni bien lo agarraron comenzaron a castigarlo severamente en plena vía pública, me llamó la atención que las demás personas que transitaban en el lugar ni siquiera lo miraban, ni tampoco se preocupaban por lo que estaba sucediendo, solo continuaban su camino sin brindar ningún tipo de ayuda, en total indiferencia.
Esta persona era un hombre y los agentes eran una mujer y un hombre; lo castigaban sin piedad, hiriéndolos hasta derramar sangre en plena vía pública, me llamó también la atención que el traje de los agentes del anticristo no se ensuciaba con la sangre del cristiano, eran de algún material especial.
Sus uniformes eran de un color gris, como el plomo, opaco; de ese mismo color eran las gorras que usaban y sus zapatos eran negros.
Cuando castigaban a los cristianos no los tocaban, usaban una suerte de ganchos o varas para castigarles.
Los agentes del anticristo eran perversos, muy malos, odiaban tanto a los cristianos que eso se hacía evidente.
Cuando atrapaban a algún cristiano, los castigaban, los encadenaban y los apresaban.
Ninguna persona podía tocar físicamente a los cristianos, ni los agentes ni tampoco las personas civiles.
Sin embargo entre los que tenían la marca (el sello de la bestia) existía el contacto físico, era una absoluta discriminación, ya que para ellos los cristianos eran detestables, repugnantes, no los podían tocar.
La siguiente escena que vi, era en la cárcel, que más bien parecía una gran fortaleza. Estaba muy bien equipada y custodiada con la más alta tecnología y de extrema seguridad.
Era un recinto inmenso, muy grande, con muchos, muchos cristianos cientos de ellos, vestidos con una suerte de batas en color gris, era un gris sucio y en algunos el color sus batas era más oscuro que otros, todos totalmente vigilados por los agentes.
Vi hombres, mujeres, y jóvenes, muchos jóvenes y muchos adolescentes de entre once y doce años; había familias enteras.
Vi una mujer que se había quedado por no perdonar a su marido quién fue arrebatado.
También habían personas que nunca fueron cristianas, pero que después del rapto, comenzaron a creer que lo que les dijeron sus familiares era cierto y por eso creyeron, éstos no se dejaron marcar. Ellos solitos decidieron aceptar a Cristo. En ese lugar no vi niños.
Allí les hacían diferentes castigos, los atormentaban todo el tiempo. El lugar estaba equipado con diferentes “máquinas de torturas” para que negaran el Nombre de Jesucristo.
A algunos los mojaban posteriormente les daban descargas eléctricas y eran presionados para negar “el Nombre”.
Otros eran castigados con unas varas muy filosas, eran amarrados y les pegaban a latigazos, estos látigos tenían en las puntas algo como una especie de astillas que rasgaba la piel de las personas.
Otra máquina de tortura consistía en quitarles las uñas a sangre viva a los cristianos.
En este lugar no les daban comida, ni tampoco agua, no tenían reposo. Allí solamente había tormento, día y noche. Solo la sección de presos cristianos era así y estaba totalmente separados de las otras secciones.
Recuerdo que allí había un jefe, encargado de la sección de los cristianos, era un hombre horrible, muy alto, muy robusto, con las manos muy gruesas, y con uñas largas, afeminado, era repugnante, su sola presencia infundía miedo. Me daba la impresión que era un demonio manifestado en una persona, era grotesco. Hablaba puras blasfemia, andaba con un látigo, era muy feo; como una mezcla de animal con ser humano y él se gozaba de atormentar a los cristianos.
A pesar de las torturas habían algunos más fuertes que en medio del dolor alentaban a otros a viva voz a que resistan, el único alimento que los fortalecía era la Palabra de Dios, se decían así mismos: “¡pronto nos vamos con el Señor!”, ¡“Jehová es mi pastor”!, ¡”todo lo puedo en Cristo que me fortalece”!.
Era su único medio de resistencia, “los verísculos”, llenaban sus mentes y sus corazones con versículos para poder resistir, algunos cantaban y alababan, lo que encendía la ira en los agentes del anticristo, pero los cristianos sabían que el morir era ganancia, sabían que la única salida era la muerte y bloqueaban sus pensamientos con la Palabra, parecían robots repitiendo lo mismo, algunos apenas hablaban pero estaban allí dispuestos a morir por Jesucristo y negarse a aceptar la marca.
En esta sección, había un salón pequeño, donde eran aun más atormentados, y eran obligados a negar a Cristo, a su fe cristiana.
Entonces vi a una persona que ya no pudo soportar el dolor, y al final negó Cristo, era un hombre de edad adulta. Cuando lo hizo le hicieron firmar un documento, entonces aquel agente horrible le dijo: “buena elección has hecho”.
Luego lo llevaban y lo marcaban. Yo me quedé asombrada al ver cómo una persona que después de haber sido muy castigada, torturada, ya había soportado tanto… al final no aguantó, y, negó a Cristo. ¡Le faltaba tan poco!
Pero después de que firmó y había sido marcado en la mano, él ya era propiedad de la bestia.
Habían dos puertas de lo que parecían conducir a otras salas, una a la izquierda y otra a la derecha, le dijeron al hombre: “ahora te daremos libertad”, los agentes lo tomaban lo llevaban hacia la puerta izquierda y cuando cerraron la puerta ya no supe qué paso con este hombre. Lo último que escuché fue cuando le dijeron “ahora es uno de los nuestros” y se reían.
Después vi cuando a otro cristiano que lo atormentaban, este pasó por lo mismo que el hombre anterior, era un hombre de unos treinta años, pero esta persona siempre resistía y se negaba a recibir la marca, en todo tiempo dijo “no, no, no” y lo atormentaban más y pero él no nunca negaba al Señor.
Los agentes se ponían furiosos y le daban más escarmiento y la respuesta era siempre “No, yo soy de Cristo”, y en medio de su debilidad lo único que podía decir era: “soy de Cristo”.
Cuando terminó su tormento lo pasaron a la otra puerta, a la de la derecha, y cuando atravesaba el umbral de esa puerta vi como le cortaban la cabeza, con algo así como una guillotina larga.
Pero me asombró que cuando esta persona murió, vi al mismo Señor Jesucristo que lo iba a buscar, El lo tomó y lo abrazó. Y fue cuando el Señor le dijo “bienvenido, estas en mi reino”, automáticamente esa bata gris se volvía en un color blanco resplandeciente. Y una felicidad, gozo y alegría indescriptible inundó la vida de este valiente vencedor.
A cada alma que resistía hasta el final, el mismo Señor Jesucristo venía a buscar.
Al final una voz me habló y me dijo esto:
“Diles que se arrepientan, antes que sea demasiado tarde, para que no pasen por todo esto”.
Fuente:
www.rugeelleondelatribudejuda.com