A pesar de que el temor por las sectas satánicas en los Estados Unidos había menguado después de haber alcanzado su punto álgido a comienzos de los ’90 con las alegaciones de “abuso satánico ritual” que llenaron las páginas de los diarios y llenaron las cárceles de personas inocentes, trece años después se ha notado un aumento en la preocupacion por la existencia de tales sectas oscuras y el peligro que puedan representar para el público en general. El temor está siempre a flor de piel, mayormente entre los grupos evangélicos e integristas, quienes ven al señor de las tinieblas en todas partes, desde dibujos del “rey sol” (supuestamente Lucifer) hasta el logotipo de la empresa Proctor and Gamble (la luna de perfil con seis estrellas), que supuestamente rinde tributo al maligno. En fechas más recientes las palabras “proud” (orgullo) y “spirit” (espíritu) aparecieron de forma puramente casual en las decoraciones de servilletas comercializadas por una empresa de productos de papel y los religiosos alegaron que se trataba de una referencia al “espíritu orgulloso” que se había rebelado contra el creador antes del comienzo de los tiempos. Tal perspicacia entre los grupos religiosos ni siquiera atrae la atención de los medios informativos, aunque ciertamente no puede decirse lo mismo cuando cadenas de televisión, la prensa y los tribunales abordan el tema de manera seria, como ha sucedido en el 2003. ¿Existe, pues, una nueva oleada de satanismo en a comienzos del siglo XXI?
Laci Peterson: ¿sacrificio satánico?
La muerte de una mujer bella bajo condiciones extrañas siempre atrae la atención de los medios, sobre todo si existe la posibilidad de un crimen de pasión o la fría premeditación de un marido que desea deshacerse de ella. Esto fue precisamente lo que ocurrió en diciembre de 2002 con el caso de Laci Peterson, que reúne todos los ingredientes para hacer de él una sensación televisiva: la joven esposa embarazada cuyo cadáver es hallado en las orillas de la bahía de San Francisco (California), el marido cuya conducta resulta cada vez más extraña y cuyas coartadas resultan cada vez menos factibles, y la inevitable amante de pelo rubio cuyo testimonio afecta la credibilidad del amantísimo esposo. Sin embargo, entre las posibilidades barajadas por Mark Geragos, abogado defensor de Scott Peterson, surgió una totalmente inesperada: que la jóven Lace había sido sacrificada brutalmente por una secta satánica que ha operado durante años en las afueras de la población rural de Modesto (cuna del director George Lucas).
Otro gallo le cantará a los que piensen que Mark Geragos está empleando un ardid para obtener la libertad de su cliente. En 1990, cuatro personas que intentaban darse de baja de una secta satánica en Salida, California fueron halladas golpeadas, apuñaladas y decapitadas - un cuadro que no se había visto desde las masacres realizadas por Charles Manson y su "familia". La policía pudo seguir la pista que les llevó a cinco miembros de la secta, que se alojaba en un recinto de casas sobre ruedas y casuchas en Salida que incluía un total de cincuenta y cinco personas. Según el investigador de crímenes paranormales Randy Cerny, los miembros de la secta afirmaron ser adoradores del diablo, seguidores de las enseñanzas de Aleister Crowley y practicantes de torturas ceremoniales que incluían de manera exclusiva mas no limitativa el electroshock, el abuso de menores y el asesinato. La "secta de Salida" - como se le denominó en la prensa - consistía de personas muy normales, incluyendo médicos, religiosos y candidatos a la fuerza policíaca. Según Cerny, se trataba de una secta muy sigilosa, unida y sofisticada, controlada por su sumo sacerdote Gerald Cruz, cuyas técnicas coercivas iban desde el lavado de cerebro hasta la tortura. Los psiquiatras del tribunal describían la personalidad Cruz como "malvada y sádica". El dirigente de la secta de Salida y su ayudante fueron sentenciados a muerte; los tres restantes a condenas de veinticinco años de prisión.
Los ex-miembros de la secta de Salida que no participaron en el crimen no han descartado la posibilidad de que exista un vínculo entre la muerte de Peterson y el satanismo: Angela Young-- integrante de esta secta controlada por Gerald Cruz-- ha manifestado que las prácticas de su grupo eran muy serias y “no eran ningún pasatiempo”. Young se apartó del grupo mucho antes de las matanzas, pero su hermano menor figuró entre los sentenciados a muerte. Los diarios y correspondencia de los miembros de la secta de Salida incluían referencias a la profanación de tumbas, la sodomización obligatoria y las palizas para los que desobedeciesen los mandatos del sumo sacerdote. Según los abogados defensores de los satanistas de Salida, el grupo escuchaba heavy metal antes de cometer sus asesinatos y de realizar “danzas rituales”. Otros escritos presentados como evidencia ante el tribunal incluyeron referencias a altares, brujería, “cenas con los muertos”, machos cabríos y juramentos secretos. Young declaró haber participado en una ceremonia en la que su mano fue cortada con cuchillo y la huella de su pulgar fue imprimida en un libro encuadernado que ostentaba el título de “La orden del león”. Muchos de los ex-integrantes de la secta creen que restos de su antiguo grupo permanecen activos en la zona y temen represalias por parte de estos.
Pocas semanas antes de la desaparición de la señora Peterson en el 2002, mientras que se disponía a llevar a pasear su perro, los vecinos habían identificado una sospechosa furgoneta parda en el vecindario que no volvió a aparecer después del crimen. Los abogados de la defensa ataron cabos, informando que una mujer se había personado a un centro de crisis de crímenes sexuales alegando haber sido violada a bordo de una furgoneta parda “por dos mujeres mientras que los hombres a bordo del vehículo contemplaban el ultraje”. La víctima dijo que los hombres le dijeron que “si deseaba ver la segunda parte del ritual, que leyera los periódicos el día de Navidad.” La primera de las dos víctimas alegaba haber visto un tatuaje satánico en el brazo de uno de los hombres que la acosaron – el “666” – y esto bastó para los abogados de la defensa incluyesen la posibilidad de “crimen ritual” entre las posibles causas de la muerte de Laci Peterson. La naturaleza enteramente anecdótica de este testimonio estaba suplementada por otro más: el de una mujer de la aldea de Merced (a sesenta kilómetros de Modesto) quien alegaba haber sufrido un ataque parecido. La policía hizo caso omiso de su querella diciendo que se trataba de una loca.
Para Mark Geragos no cabe duda que la esposa de su cliente fue secuestrada. “Es la única posibilidad que tiene sentido”, expresó el abogado en sus declaraciones a la revista Vanity Fair. Geragos y su equipo han explorado los grafitos y murales descubiertos a la orilla de la bahía de San Francisco cerca de dónde los cadáveres de Laci y su hijo Conner fueron hallados. Las toscas representaciones incluyen imágenes de niños en el agua con sus ombligos aún unidos, un hombre con hacha decapitando a un hombre en un barco, una mujer con las manos cortadas, figuras con cabeza de chivo, y escenas de mutilaciones.
Según entendidos, el equipo de la defensa obtuvo un abrigo utilizado por un vecino de Modesto que supuestamente estaba afiliado con una secta esotérica, y que se había jactado de haber tomado parte en la muerte de Laci Peterson.
La defensa también ha recibido llamadas telefónicas de personas que afirman tener conocimientos sobre las sectas esotéricas de la región, y más intrigante aún, la existencia de un día festivo satánico denominado The Demon Revels (los deleites demoniacos) o Grand High Climax (el gran clímax sublime) que se celebra el 24 de diciembre—el día en que desapareció la señora Peterson.
Tres años después de la consternación sobre la masacre de Salida, tres niños de 8 años de edad paseaban en sendas bicicletas por un camino rural en West Memphis, estado de Arkansas. Nadie pudo haber pensado ese soleado día de mayo en 1993 que se trataría del último en la vida de los chicos, quienes acabaron brutalmente golpeados, estrangulados y sodomizados en una zona boscosa de West Memphis conocida como Robin Hood Park. Según uno de los detenidos, Jessie Lloyd Miskelly, de 17 años de edad, los asesinatos eran parte de una ceremonia satánica. "Uno de los testigos", según el rotativo Commercial Appeal de la ciudad de Memphis, "dijo que uno de los acusados había afirmado haberle chupado la sangre a su víctima después de mutilarla".
¿A qué se debe la renuencia de las autoridades estadounidenses a investigar estos crímenes rituales? El ex-agente de la FBI Ted Gunderson, cuyo interés por los crímenes satánicos lo llevó realizar investigaciones por su propia cuenta después de jubilarse del negociado, expresó la creencia de que miles de mujeres jóvenes que desaparecen anualmente acaban siendo sacrificadas en ceremonias ocultistas. No existen cifras concretas, ya que la FBI no lleva la cuenta de los desaparecidos. Y más alarmante aún es el hecho, según Gunderson, de que "el FBI no conserva estadísticas porque francamente no quiere verlas...acabaría por enfrentar la demanda pública de tomar acción, ya que tales cifras indicarían un mal social que exige tomar acción". Desde el mes de agosto de 2003, los operativos de la defensa en el caso Peterson vienen buscando a un hombre llamado “Donnie” con un “666” tatuado en el brazo. Queda por verse si tales pesquisas tendrán éxito, y si la cruel muerte de Laci Peterson pasará a engrosar el dossier de los crímenes satánicos.
Satanismo desde la óptica universitaria
Según el profesor Bill Ellis, investigador de ocultismo y folklore estadounidense en la universidad de Penn State, el ocultismo no se presenta como contrincante de la religión organizada en los Estados Unidos, sino más bien como una forma alternativa de validar el dogma protestante, citando prácticas que podrán sonarnos extrañas, como la de conjurar al diablo—en nombre de Jesús—para aumentar los caudales del que hace la invocación. La idea no consiste en adorar al diablo, sino obligarlo a conceder favores bajo el control del Altísimo, lo que no sólo comprueba la superioridad de los poderes divinos sobre los mundanos, sino que además coincide con el afán de lucro de la sociedad anglosajona.
En su texto Lucifer Ascending, el universtario aborda la creación de mitos que rayan con el satanismo. Esta “mitomanía” resulta sumamente atractiva para los adolescentes, quienes van en pos de estas leyendas en cementerios y otros lugares supuestamente encantados. Los actos vandálicos y el gamberrismo que suelen practicar los jóvenes en estos lugares, afirma Ellis, son parte de una ceremonia de transición mediante la cual se abordan situaciones de importancia como el sexo y la muerte.
Ellis no teme involucrarse en el complejo asunto del “pánico satánico” que conmovió al país en la década de los ’80 y comienzos de los ’90, cuando cientos de personas fueron acusadas de trato sexual y abuso de menores en extrañas ceremonias esotéricas, afirmando que muchas de las personas encarceladas por semejantes crímenes paranormales fueron sentenciadas con base al controvertido proceso de memorias recobradas mediante la hipnósis. “No es que no existan satanistas”, apunta el estudioso, “sino que las cosas que describieron las supuestas víctimas no tuvieron nada que ver con las cosas que los satanistas verdaderamente hacen o creen”.
Curiosamente, Ellis achaca el “pánico satánico” no a las fuerzas del Mal sino a las del bien: corrientes religiosas como pentecostalismo, que fomentan los llamados dones del espíritu (glosolalia, sanación por imposición de manos, etc.) se nutren de personas que antiguamente habían practicado creencias esotéricas, y quienes bajo la influencia de su nueva orientación religiosa, consideraron que las tradiciones mágico folklóricas que habían practicado habían sido parte de una gran red subterránea de creencias satánicas.
J. Gordon Melton, director del Instituto para el Estudio de Religiones Americanas en Santa Bárbara, California, apuntó que en 1989 existían tres sectas principales en los Estados Unidos: La Iglesia de Satán en San Francisco, California; el Templo de Set, encabezado por el ex-militar Michael Aquino, y la Iglesia de Liberación Satánica en New Haven, Connecticut, bajo la dirección de Paul Douglas Valentine. Melton considera que un total de 3000 personas constituye la matrícula total de las tres sectas y que representan los verdaderos satanistas. Los demás, sugiere el estudioso, no pasaban de ser adolescentes enajenados unidos por las drogas y la violencia, valiéndose de ilustraciones diabólicas en sus fechorías.
El antropólogo Rafael Martínez, asesor de la oficina del cirujano forense de Miami, suma su voz al coro de los expertos que desmienten la existencia del satanismo organizado. En una entrevista con Susan Kovachs, autora del libro Hidden Files (1998), Martínez señala que si bien no existe una gran anticruzada satánica con miras a adueñarse del país, los casos individuales son verídicos y muy comunes, pasando a citar el caso de tres adolescentes que secuestraron y sacrificaron una niña de corta edad en San Luis Obispo, Calfornia, como parte de una misa negra.
Ellis y Melton, como buenos profesores, aspiran a una postura más racional y menos sensacionalista que la que ofrecen los medios. Sin embargo, no puede negarse la existencia de evidencias que apuntan hacia grupos altamente organizados e interesados en adorar las fuerzas ocultas, y no siempre se trata de adolescentes de pelo largo con camisetas negras de AC/DC, sino “personas de sociedad”, como suele decirse, con enormes recursos monetarios, posición social y a menudo poder político. Pero eso lo veremos a continuación.
Nebraska
Es poco frecuente que en una sociedad tan conservadora y estrecha de miras como la estadounidense un político se juegue el todo por el todo para abordar un tema tan escabroso y “oficialmente inexistente” como el satanismo. Esto fue precisamente lo que hizo John W. DeCamp, senador republicano del estado de Nebraska, muy a pesar suyo y de su familia.
El estado de Nebraska, uno de los más grandes de la unión estadounidense, es conocido por su falta de relieve y por sus enormes e interminables maizales. Desde el aire resulta posible ver el cauce del río Platte e imaginar que los pioneros aún se desplazan lentamente hacia California. En la distancia, saliendo de entre los trigales como la “ciudad esmeralda” del Mago de Oz, se puede ver Omaha, la capital estatal y la única ciudad digna de esa descripción, sede de poderosas empresas como ConAgra, Union Pacific y Kiewit and Sons. El estado está dominado por la rica élite de Omaha y la agrupación pseudomasónica denominada “los caballeros de AkSarBen” (“Nebraska” escrito al revés).
“La actividad satánica”, escribe el senador DeCamp, “no es algo nuevo en Nebraska ni en los estados circundantes del midwest. En algunas familias es algo que se ha transmitido de una generación a otra por espacio de cincuenta a cien años. Las prácticas satánicas se han infiltrado a los estratos más elevados de la sociedad.” Estas sentenciosas palabras reverberaron en los oídos de muchos a comienzos de la década de los ’90, cuando DeCamp—asesor del gobernador Bob Kerrey, candidato a la presidencia de los EE.UU.—se vio involucrado en la investigación del desfalco del banco Franklin Savings and Loan, operación que sacó a luz la participación de un nutrido grupo de políticos republicanos en la malversación de fondos, el abuso sexual de adolescentes y su participación en sectas satánicas. Aconsejado por Bill Colby, el ex-director de la CIA bajo el régimen de Reagan, DeCamp escribió el libro The Franklin Cover-Up para garantizar su seguridad personal y dar a conocer los hechos al público.
Entrevistando a algunos de los jóvenes que sirvieron de juguetes sexuales a los poderosos políticos de élite, DeCamp pudo comprobar que muchos de los menores que desaparecen todos los años en EUA acaban siendo victimas de estas élites, abusados sexualmente y asesinados en sangre fría. Sus cadáveres—según un testigo—eran llevados en helicóptero sobre los descampados de Nebraska y arrojados a la tierra, en donde “nuestros amigos los encapuchados” (referencia a los satanistas) se encargarían de hacer uso ritual de las víctimas.
En 1974, la actividad de las sectas en Nebraska llegó a tal nivel de actividad que los periódicos nacionales se hicieron eco de ella, sobre todo en combinación con las misteriosas mutilaciones de ganado que comenzaron a sentirse en aquella época. Una vecina del estado admitió haber tenido una juventud algo alocada y de haber entablado conversación con alguien que le preguntó sin rodeos “que si era virgen”. El hombre pasó a explicar que su grupo precisaba de una vírgen para “ciertas ceremonias esotéricas”, agregando que la mujer “se sorprendería al ver la cantidad de gente rica y poderosa que vería en dicha ceremonia”.
La lectura del libro del senador DeCamp resulta estremecedora, ya que la documentación del fraude financiero, el escándalo sexual y la presencia del satanismo aparece con la precisión que se esperaría de un abogado que presenta un caso ante el tribunal. El senador escribe sobre las experiencias de Paul Bonacci, una de las víctimas del brutal juego sexual de las élites: en su tesimonio, Bonacci afirma que en diciembre de 1980, pasaron a recogerlo al colegio una tarde para llevarlo al “Triángulo”, una zona boscosa del condado de Sarpy en Nebraska. Allí fue testigo del sacrificio de un bebé. “Todos cantaban”, reza la declaración de Bonacci, “y se trataba de un ritual anual cerca de la fecha del nacimiento de Cristo con miras a pervertir su sangre (¿Tal vez la misma celebración indicada en los casos californianos?) Usaron dagas y apuñalaron al bebé, llenado una taza con su sangre y el orine de uno de los participantes, obligándonos a beberlo y decir “Satanás es Nuestro Señor Lucifer, Nuestro Rey. Reino de las Tinieblas ven a nosotros e infunde poder a tus esclavos”. Cuenta el testigo que los presentes comenzaron a emitir sonidos extraños y ahí fue que sintió miedo. Bonacci fue amenazado con ser el próximo inmolado si se atrevía a contar lo que había visto.
Vale la pena detenernos en un detalle del testimonio de Paul Bonacci: los “sonidos raros” emitidos durante el ritual satánico en Nebraska recuerdan a los hechizos de la época tardorromana en la que los que deseaban comunicarse con dioses y demonios debían hacerlo mediante ladridos, uluaciones y todo tipo de vocalización propia de animales – prueba de que los satanistas del estado de Nebraska no eran adolescentes de camiseta negra, sino grupos conscientes del pasado mágico de sus actividades. Según lo expresado por Paul Bonacci a la psicóloga Judianne Densen-Gerber, existen cuatro sectas satánicas en dicha parte de los EE.UU., con cincuenta a cien miembros cada una.
La doctora Densen-Gerber se dirigió ante el comité investigador del escándalo Franklin con las siguientes palabras el 29 de diciembre de 1990: “ Quiero decirles algo. No me gustaría ver que este comité se desbandara. Creo que el hacerlo no serviría a los intereses de los ciudadanos de Nebraska [...], porque toma entre dos y tres años para que una persona normal pueda superar la negación automática hacia esta clase de material. La primera defensa del ser humano contra los hechos horribles e insostenibles es decir que no existen”.
Las aseveraciones del senador John W. DeCamp no fueron bien recibidas y su vida se vio amenazada en varias ocasiones. Los recursos y el alcance de estas fuerzas oscuras eran de tal envergadura que cuando la productora británica Yorkshire Television preparó un documental concienzudo sobre el tema, invirtiendo cientos de miles de dólares en investigaciones, las autoridades aduanales amenazaron con declarar el documental como “material pornográfico” y demandar a Discovery Channel, la afiliada estadounidense de Yorkshire Television. Para evitar un posible desavenimiento a nivel gubernamental entre EUA y el Reino Unido, la productora consintió a la destrucción de todas las copias del documental que hubiera sacado a la luz todas las manifestaciones—políticas, económicas y paranormales—del caso Franklin. Algunas copias, sin embargo, sobrevivieron a la destrucción y están en manos privadas, esperando el día en que la verdad pueda darse a conocer al mundo.
La becaria desaparecida
Se ha gastado tinta a raudales—tanto en publicaciones “serias” como en aquellas que se entregan cuerpo y alma a la conspiranoia—sobre el diseño masónico de la capital estadounidense. La huella de la masonería se siente en todas partes, no sólo en las enormes logias que dominan sitios prominentes en las avenidas de esta gran urbe, sino en detalles más sutiles, como las imagenes de los fundadores de la unión americana ataviados en sus delantales masónicos. Aparte de los ritos York y escocés, cuyas logias están en línea recta desde la Casa Blanca, se rumorea la existencia de una “masonería satánica” desde hace décadas. ¿Producto de mentes febriles y malas lenguas, o aviso a los incautos sobre quienes son los que verdaderamente rigen el destino de los Estados Unidos?
El 22 de mayo de 2002, las autoridades policiales de Washington, D.C. confirmaron el descubrimiento de los huesos que en vida habían sido Chandra Levy, becaria del congresista californiano Gary Condit. Desde la súbita y enigmática desaparición de la atractiva joven de 24 años el 30 de abril del 2001, las autoridades habían barajado docenas de posibles causales de su desaparición a la par que los medios se concentraban en la posibilidad de que el congresista Condit era el responsable de su muerte, de manera directa o indirecta.
Los restos de Levy fueron hallados por un transeúnte en Rock Creek Park, la más extensa de las zonas verdes de la capital noreamericana, y la noticia del descubrimiento se regó como la pólvora. Las autoridades se esforzaban por descubrir si el cadaver de Levy había estado ahí todo el tiempo—a pesar de las innumerables batidas realizadas por la policía en meses anteriores- os si había sido ultimada en otro lugar y luego colocada en el parque.
Entre las teorias circuladas sobre la desparación y muerte de Chandra Levy que no culpaban al congresista figuraba una de gran prominencia: que Levy había sido sacrificada por un grupo satánico de alta importancia formado por senadores y congresistas de los Estados Unidos.
El controvertido autor integrista Texe Marrs hizo hincapié en el origen judío de Chandra, explicando que su apellido aproviene de “Leví”, los sacerdotes encargados por Moises para oficiar en el tabernáculo del Altísimo y ser sus ministros. Solamente los levitas – el nombre de su orden – podían realizar sacrificios a Yavé. Marrs postuló que la “hermandad negra” que controla la masónica ciudad de Washinton había cometido “la abominación obscena de sacrificar una jóven judía de apellido Levy en su día más sagrado – el día santificado por los ocultistas como el día del “Gran Sacrificio”. Marrs escribió que el asesinato de Chandra Levy simbolizaba la separación eterna de dicho grupo, no solo de la ley divina defendida por los levitas, sino del mismo Dios.
A pesar de que la desaparición se produjo el 30 de abril, Texe Marrs supone que el sacrificio tomó lugar al día siguiente – el 1ro de mayo – dada la importancia numerológica y satánica de tal fecha. Rock Creek Park representaba el sitio ideal para inmolarla, puesto “que el parque tiene la forma de la aborrecible cabeza de macho cabrío que es Baphomet, el dios de los masones, que representa la llegada del Anticristo”.
Y las sectas llegan a la televisión
Una advertencia prudente entre los investigadores del misterio en EE.UU consiste en rechazar las repentinas oleadas de llamadas telefónicas que se interesan por lo paranormal pocos días antes de la víspera de Todos los Santos – Halloween, en inglés – ya que dichas indagaciones a menudo suelen acabar llenando los periódicos del día de las brujas con relatos de todo lo que “espanta” – OVNIS, brujería, hombres lobo, etc. – presentados de manera jocosa.
Pero, ¿podrá decirse lo mismo si la televisión se interesa por el tema, sobre todo un programa de alcance nacional? Esto fue precisamente lo que sucedió a el 2 de octubre de 2003 cuando el programa “The Factor”, transmitido por la cadena FOX (de Rupert Murdoch) y animado por el periodista Bill O’Reilly incluyó un segmento sobre el “peligro satánico” que supuestamente amenazaba al país. La amenaza asumió la forma de un estudiante de escuela superior que había sido suspendido por las autoridades escolares por haber formado un club de pensamientos satánicos – Satanic Thought Society – dentro del recinto educativo. Aunque el debate estaba concentrado mayormente en el derecho de las autoridades en coartar la libre expresión del joven Joseph Izzo, quien insistía que su agrupación no estaba dedicada a adorar al Maligno sino a abordar las formas de pensar del satanismo, los invitados al programa de televisión incluyeron a Pam Cachay, la madre de un estudiante que había realizado prácticas satánicas en su adolescencia y la viuda de Anton Szandor LaVey, el “papa negro” de la Iglesia de Satán. A juzgar por los índices de teleaudiencia clásicos para el programa “The Factor”, entre quince y veinte millones de personas asistieron al evento.
En relación con el antes mencionado asesinato de Laci Peterson, resulta interesante destacar que fue esta misma cadena noticiosa – FOX News – la que ofreció la posibilidad de que el asesinato tuviese matices satánicos. En su transmisión de las 18:49 el 18 de mayo de 2003, se dijo que Fox News había obtenido detalles sobre la posibilidad de que una secta satánica estuviese relacionada con el crimen, señalando que partes del cuerpo de la víctima no—incluyendo su cabeza—no habían sido halladas, y que varios órganos internos habían sido removidos del cadaver. Como refuerzo a este intrigante detalle estaba la noticia emitida por la agencia de prensa Reuters con fecha de agosto del 2000 sobre “la atroz muerte de cinco vecinos del norte de California cuyos restos fueron hallados en talegos de lona. Las autoridades han guardado silencio sobre el caso, negándose a abundar sobre los informes aparecidos en los medios sobre la remoción de los dientes y organos de las victimas, levantando sospechas de que las muertes son obra de una secta”. Pero la franca discusión televisiva también tenía sus antecedentes en eventos perturbadores que venían sucediendo desde hacía tiempo.
El 28 de febrero de 1999, Angela Wood, una jóven de 24 años de edad fue remitida a los tribunales del estado de Indiana (EUA) por haber participado en la destrucción de una iglesia como parte de un rito satánico que posiblemente involucró incendios en un total de siete iglesias en dicha subdivisión política de los Estados Unidos. Carl Roschke, catedrático de la universidad de Denver y autor de varios escritos sobre las sectas satánicas, señaló que “la ideología satánica se está convirtiendo en el fundamento del terrorismo doméstico” y que era necesario que los estadounidenses revisaran su concepto de los adoradores del diablo como inofensivos enajenados mentales, opinión respaldada por el reverendo Robert Murphy, cuya iglesia metodista en el condado de Oconee había sido reducida a cenizas por elementos de una supuesta secta.
Tampoco era la primera vez que ardían las iglesias en la noche rural de Indiana: a comienzos de los ’90, Jay Ballinger, de 36 años de edad, puso fuego a varias iglesias en su región y se esmeró por reclutar un sinnúmero de adolescentes para formar un grupo satánico. Los candidatos debían firmar un “contrato infernal de la encrucijada” formulado por Ballinger y que rezaba: prometo con mi sangre realizar cualquiera y todo acto Maligno en nombre de nuestro Señor hasta el final de los tiempos, a cambio de riquezas, poder, éxito y sexo por el resto de mi vida natural o __ años en cualquier profesión que elija”. Las autoridades policiales y las empresas de seguros, trabajando en conjunto, pudieron determinar que Wood y Ballinger habían participado en el incendio de Oconee y cuatro conflagraciones adicionales, incluyendo uno que causó la muerte de un bombero.
El satanismo, según expertos como Roschke, representaba un disfraz conveniente para expresar el odio de los satanistas hacia los Estados Unidos, su diversidad cultural y étnica y la predominancia de la religiones establecidas. “El impacto de estos crímenes no consiste en su cantidad sino en el efecto que surten. Comenzamos a presenciar eventos que nos harán prestar mayor atención [al satanismo]”.
Arquitectos de la cúpula del poder
Durante la revolución sexual de los años ’60, la elite del satanismo estaba formada por actores de vanguardia y músicos de rock que buscaban—de manera consciente o inconsciente—un “santo patrón” que sonriese benévolamente sobre el hedonismo desenfrenado que practicaban en sus fiestas de sociedad. No tardaron en descubrir que ese patrón que buscaban les sonreía desde el averno, y muchos se autoproclamaron adoradores del diablo y se dejaron fotografiar en impedimenta satanista, como los Rolling Stones, o acudían a fiestas con la uña del dedo meñique pintada de rojo: santo y seña de los adeptos de aquel momento. Saciada su ansia de experimentación sexual y alucinógena, el interés de la farándula por el lado oscuro menguó considerablemente, pero les sustituiría una generación de verdaderos creyentes con el mismo prestigio y mayores ambiciones terrenales que salir en las efemérides.
En Estados Unidos se hablaría mucho de ritos satánicos en las casas suburbanas de las élites, sin importar que viviesen en Scottsdale (Arizona), Meriden (Connecticut) o en la misma Beverly Hills, lado a lado con las estrellas del cine. En el Reino Unido, la situación adquiriría matices verdaderamente paranormales.
Corría el verano de 1975 y la región de Clapham Woods en West Sussex, Inglaterra, se había convertido en el foco de atención de muchos investigadores de lo paranormal. Dos perros habían desaparecido bajo circunstancias extrañas y los avistamientos OVNI estaban a la orden del día. Un grupo de investigación se internó en Clapham Woods con un contador geiger para realizar un peritaje. Pocos minutos después de internarse en la región boscosa, se toparon con unas huellas misteriosas—dos garras de casi nueve pulgadas de largo y tres pulgadas de ancho; la aguja del contador geiger se disparó inmediatamente a la franja de máxima radiación cuando se pasó el aparato sobre sendas huellas. Un compás comenzó a girar alocadamente ante la presencia del fenómeno.
Pero antes de que los investigadores tuviesen la oportunidad de dar crédito a sus ojos, una “columna de vapor gris con forma de oso” comenzó a materializarse a pocos metros de donde estaban, adquiriendo dimensiones sobrecogedoras y desapareciendo lentamente en cuestión de segundos. Todo estos eventos tomaron lugar no en un bosque recóndito sino a veinte o treinta metros de la carretera A27, una de las más transitadas en esta región de Inglaterra.
El investigador independiente Charles Walker iría descubriendo que Clapham Woods tenía fama como lugar maldito desde muchos años antes del incidente de 1975 y las despariciones caninas. Sus investigaciones le llevaron a pensar—correctamente—que un grupo de satanistas hacía uso ceremonial de la zona, y en noviembre de 1978 una llamada telefónica le sacó de dudas: un hombre de tono muy educado y formal le pidió que se reuniera con él a horas de la noche en Clapham Woods. Vacilando, Walker eventualmente se decidió por ir y tuvo un encuentro sorprendente. Aunque nunca pudo ver la cara de su interlocutor, que permaneció oculto entre la maleza como si de un capítulo de “Expedientes X” se tratara, Walker se enteró de que un grupo de gente muy poderosa que se autodenominaba “los Amigos de Hécate” utilizaba el bosque para sus aquelarres y que “no tolerarían interferencia alguna con sus actividades”. La reunión clandestina tenía el propósito de impartir una advertencia amistosa al investigador para hacerlo desistir de sus pesquisas. Las últimas palabras del desconocido fueron: “el grupo no tiene miramientos a la hora de asegurar su existencia”....algo que Walker comprobaría en carne propia cuando fue víctima de un accidente vehicular dos semanas después que le produciría lesiones en la espalda y la cabeza.
Charles Walker descubriría pruebas fehacientes de la existencia de los “Amigos de Hécate” casi accidentalmente al internarse en un edificio vacío perteneciente al complejo de viviendas Clapham Manor House. Ocupando la totalidad de un muro en una habitación amplia y vacía, Walker pudo contemplar una sobrecogedora y monstruosa imagen—un rostro femenino con cuernos azules y orejas largas cuyo cuerpo estaba cubierto de escamas y cuyos brazos acababan en afiladas garras. Rayazos de color rojo y negro—posiblemente de sangre—completaban el cuadro, nunca mejor dicho. En una de sus garras, la imagen portaba una esfera con una cruz de ocho brazo y un círculo. Era obvio que los “Amigos de Hécate” eran una orden luciferina de gran seriedad.
Una década más tarde, otro investigador, Toyne Newton, mencionaría la posibilidad de que Clapham Woods yacía sobre una vena de energía telúrica (los famosos leys de Inglaterra) y que los “Amigos de Hécate” se valían del lugar como quien hace uso de tomacorrientes, salvo que en vez de devolver los elementales conjurados por sus sesiones, estos adeptos los dejaban en el lugar de marras como un “sello psíquico”.
Las investigaciones de Newton darían a la luz pública cierta información estremecedora: la secta de Clapham Woods era tan sólo una “celda” de un grupo mayor con miembros en Winchester, Avebury y Londres, controlado por un triunvirato central de dos mujeres y un hombre cuyas edades estaban entre los treintaicinco y los sesenta. La secta empleaba un sistema de círculos o rangos que se radiaba hacia afuera o hacia abajo del triunvirato central – método utilizado por las órdenes iniciáticas de la antigüedad y denominada “la espiral del poder maligno”, que garantizaba la seguridad del grupo, puesto que los neófitos de los rangos exteriores no conocían la naturaleza exacta del grupo, ni que existían otros rangos a los que era posible ascender.
Pero la información recabada por Newton bastaba para ofrecer un cuadro alucinante: la mujer de mayor edad que presidía los “Amigos de Hécate” había organizado la secta en los años ’60 y ’70 y que muchos miembros habían adherido a ella para luego darse de baja, permitiendo que sólo la flor y nata permaneciese con el grupo. Las metas de la secta, que incluía políticos, banqueros y altos comerciantes, eran nada menos que la adquisición total del poder oculto mediante una “guerra de agotamiento” mental, un proceso diseñado para desangrar la energía natural de la sociedad y del medio ambiente. Los OVNIS y rayos de luz presenciados por muchos eran, en efecto, producto de la experimentación ceremonial del grupo.
A pesar de sus años de experiencia, la mujer madura no era la más peligrosa de la secta. Al contrario, la joven sacerdotisa – mujer de treinta años perteneciente a la aristocracia británica y con conexiones envidiables – era la que realizaba los ritos bajo la supervisión del varón, el “maestro”, que era médico de profesión. “Son personas sin rostro”, le explicó una psíquica a Newton, “que llevan una careta y son capaces de dar un aspecto totalmente normal. Hacen sus compras en supermercados y la Sacerdotisa a veces va a los pubs. Es rubia, pero eso puede cambiarse. La jerarquía tiene la capacidad de adaptarse a su entorno natural cuando desean hacerlo”.
Newton publicó sus hallazgos en el libro The Dark Worship (Vega, 2002). Aunque los “Amigos de Hécate” dejaron de utilizar Clapham Woods como su centro de energía hace más de una década, cabe preguntarse ahora cuales son los nuevos miembros de la secta, quienes han sustituido, si acaso, a los tres dirigentes. ¿Seguirán captando nuevos miembros? Las crisis ambientales y sociales que se viven en Gran Bretaña, ¿podrán achacarse a las actividades de esta secta que ha jurado desvalijar a la sociedad y al medio ambiente de su fuerza vital? No existe forma de saberlo.
Los clérigos negros
El padre Malachi Martin falleció en 1999. Su muerte pasó mayormente inadvertida salvo por aquellos que seguramente emitieron un suspiro de alivio. El sacerdote convertido en novelista tras una ilustre carrera al servicio del cardenal jesuita Agustín Bea antes de pedir que se retiraran sus votos de obediencia y pobreza, Martin mantuvo hasta el final de sus días que se celebraban rituales luciféricos en el Vaticano.
Conocido por sus libro sobre exorcismos Hostage to the Devil y como un invitado de programas radiofónicos cuyos relatos eran capaces de ponerle los pelos de punta al aficionado más curtido, Martin hizo una declaración contundente en la circular The Fatima Crusader: “Cualquier persona que esté consciente de la situación en el Vaticano en los pasados 35 años está consciente de la presencia del príncipe de las tinieblas tiene acólitos en la Sede de San Pedro”.
Las declaraciones más estremecedoras sobre la élite oscura que domina los asuntos de la iglesia se realizaron en una serie de novelas, ya que el mismo Martin admitía que la mejor manera de transmitir su información era de forma novelada. En The Keys of This Blood(1990), el autor describía la presencia de una fuerza maligna en las cancillerías del Vaticano, denominada por los clérigos enterados del asunto como “la superfuerza”. Martin se hacía eco en sus obras de una ceremonia de “entronización satánica” – de la que se precisa la fecha del 29 de junio de 1963-- que había llevado a Pablo VI a murmurar que “el humo de Satanás se ha internado en el Santuario”. Las prácticas pedofílicas que estuvieron a punto de dislocar al catolicismo estadounidense en el 2001 habrían tenido su comienzo, siguiendo lo establecido por Martin, en las prácticas y ceremonias rituales llevadas a cabo en Turin. “Los actos rituales de pedofília satánica son considerados por los profesionales”, escribe Martin, “como la culminación de los ritos del arcángel caído.” Otra novela, Windswept House(1996) prosigue la alucinante odisea del satanismo en la iglesia, afirmando que el verdadero “tercer secreto de Fátima” no era sino la advertencia de que el Maligno se había infiltrado en el Vaticano, y que se sustentaba de una red de clérigos pedófilos aliados a poderosas sectas satánicas.
En resumidas cuentas...
A pesar de que el verano de 1999 estuvo lleno de películas de presupuestos multimillonarios como La Amenaza Fantasma, una película en especial—rodada por la modica cifra de 65 millones de dólares—atrajo la atención de públicos internacionales a pesar de no haber sido un éxito taquillero. Se trata de la película Eyes Wide Shut de Stanley Kubrick.
Basada en la novela alemana Traumfabrik y protagonizada por Nicole Kidman y Tom Cruise, el rodaje se concentra en las infidelidades, reales o imaginarias, de un médico y su esposa. Pero una escena en particular—una fiesta celebrada en una mansión supuestamente localizada en los bosques al norte de la ciudad de Nueva York—fue considerada por muchos como un aviso o alerta por parte del director Kubrick sobre las élites que controlan el país. El protagonista es testigo de un extraño ritual con ecos de satanismo y masonería pero sin ser ninguno de ellos. ¿Recreaba dicha escena una de las ceremonias de la logia satánica? Muchos han querido ver en el “villano” de la obra a Henry Kissinger, mientras que otros sencillamente descartan Eyes Wide Shut como sensacionalismo barato, pasando por alto la inoportuna muerte de Stanley Kubrick justo antes del estreno de su obra.
¿A quién iba dirigida la advertencia del fallecido director? ¿A los miembros que componen dicha secta en la vida real? ¿O tal vez a un público cuyos ojos están efectivamente “cerrados de par en par”, como sugiere el título, ante la evidencia de que nuestro mundo está controlado por sectas altamente sofisticadas, con recursos ilimitados, cuyos miembros no sólo pasan desapercibidos ante nuestros ojos, sino que desfilan ante nosotros como empresarios, ejecutivos de alta banca y políticos?
Scott Corrales