Los guerreros se fueron reuniendo en silencio en torno al círculo de piedras ciclópeas que coronaban la montaña sagrada; abajo, entre retazos de niebla, podían ver el lago cuyas aguas tranquilas espejeaban en la primera luz de la mañana.
El druída, con ayuda de dos fuertes ayudantes terminaba de sacrificar a un prisionero obtenido en la reciente guerra contra los poblados del valle al final del río, que a la sazón emergía del propio lago.
Arrojó las últimas matas de muérdago recogidas la noche anterior a la pira funeraria y se desprendió del manto de pieles de lobo que portaba, arrojándolo lejos de sí; parecía ahora más viejo, como de mil edades, pero no había perdido nada de su majestuosidad. Alzó los brazos al cielo y un ligero temblor recorrió su cuerpo; unos instantes después un murmullo de horror y admiración se extendió por el grupo reunido en torno a él cuando de pronto se arqueó hacia atrás violentamente, puso los ojos en blanco y espesos hilos de baba comenzaron a emerger de las comisuras de los labios deslizándose por su barba de nieve. Arrancó el torque de plata que adornaba su cuello y que amenazaba con ahogarle; comenzó a hablar con una voz distinta, gutural:
- Escuchad, guerreros:
>>Veo el mundo que aguarda, y nosotros no tendremos lugar en él. Desaparecerán nuestros castros, y en su lugar se levantarán edificios de granito y pizarra. Estos montes, siempre verdes, serán surcados por caminos hechos de una sola piedra negra que se derrite con el Sol y los hombres correrán por esos caminos de día y de noche en carros que no irán tirados por ningún animal, pero que serán más veloces que todo lo que conocemos. No habrá entonces guerras aquí, pero los hombres se matarán con esos carros. Tendrán extraños rituales que les llevarán a bañarse en el lago y subir a esas montañas más altas en grupos.>>
El druída hizo una pausa que aprovecharon sus ayudantes para secarle el sudor que manaba de su frente. Después continuó:
- Se me eriza el cabello cuando veo lo que les aguarda:
>>No cultivarán estas tierras, pero comerán alimentos que a veces les envenenarán, inhalarán extraños humos que les harán enfermar; buscarán lo que no tienen y despreciarán lo que ya poseen, y así enfermarán más sin darse cuenta. De nuestro recuerdo solo quedará una extraña música realizada con instrumentos que me son desconocidos, a esa música le darán nuestro nombre. Solo os puedo decir para terminar, que cuando esto ocurra tendremos la suerte de estar todos muertos, también los hijos de nuestros hijos y los hijos de sus hijos.>>
Dicho esto, el druída sufrió un desmayo. Mientras era atendido por sus acólitos, el resto de los hombres comenzó a abandonar el círculo de piedra. La ceremonia había concluido.
De camino hacia el castro, uno de los guerreros comentaba a su amigo:
- Me ha asustado el viejo, ¿ Tú crees que habrá algo de cierto en lo que ha contado?
- No lo creo; pienso que está perdiendo facultades, y por eso se inventa las visiones.
Diciendo esto se apresuraron a regresar, pues se acercaba la hora de comer. Al despedirse de su amigo, el guerrero dijo acariciando el filo de su espada:
- Tienes razón, ya está viejo. Quizá vaya siendo hora de sustituirle.