Él dirigía el equipo responsable de la "Operación Mengele", protagonista del secuestro de unos mendigos con los que se ensayó un fármaco para atrapar a un dirigente de ETA. Ignacio E. luce pelo oscuro, muy corto, como Wolf, aunque no tiene su envergadura. La verdad es que este superagente secreto español no tiene pinta de espía, todo lo contrario de los hombres que dirige, los protagonistas de verdad.
Ni siquiera parece un militar. Pasa desapercibido, cualidad inapreciable en su trabajo. Su hoja de servicios, interminable, es una demostración de valía, capacidad operativa y conocimientos técnicos que se salen del marco. En su caso, el valor no se le supone, se le reconoce objetivamente y en incontables ocasiones. Ignacio E. no es un agente más del Centro Superior de Investigación de la Defensa (Cesid), es el jefe de KA, el Departamento de Acción Operativa (DAO). Es el hombre que manda la unidad de elite del espionaje español, equiparable a ese agente secreto con licencia para matar que Ian Fleming popularizó en su personaje de James Bond... al igual que sus hombres y mujeres.
Como el protagonista de las películas, Ignacio E. es un aventurero impenitente. No sé cuál es el día de su cumpleaños, pero le pega sagitario. Dinámico y lanzado, entró en los servicios operativos del Cesid a principios de los ochenta y rápidamente destacó por sus altas dotes para las misiones más peligrosas. Tan bueno era que cuando Emilio Alonso Manglano decidió crear el Ala 25, un grupúsculo especial dentro del DAO para misiones relevantes de alto riesgo, fue elegido inmediatamente para mandarlo. A esta unidad se le responsabiliza de la denominada Operación Mengele, el secuestro de mendigos para probar un fármaco de cara al secuestro de un dirigente de ETA, que se sospecha que acabó en tragedia.
"Ignacio E. Tiene más de 40 años. Jefe del Departamento de Acción Operativa (DAO), conocido como KA, dependiente del Centro Superior de Investigación de la Defensa. Está casado con otra agente del mismo grupo."
Tras estos turbios acontecimientos, Ignacio E. fue destinado a un país de Suramérica, uno de los más conflictivos para el espionaje español, aunque desde su espíritu aventurero ya indicado, también de los más apasionantes. Su trabajo fue nuevamente alabado y vitoreado. Pero no fue suficiente. Había nacido para triunfar entrando por la puerta grande. Le aguardaba una gran sorpresa a su regreso a Madrid el pasado año, aunque sea hombre acostumbrado a ellas.
Recién nombrado Javier Calderón director del Cesid, sus dos asesores más íntimos diseñaron un perfil detallado de la persona que debían designar para desempeñar el puesto que había ocupado Juan Perote durante una época negra que quería olvidar definitivamente. Debía tratarse de alguien joven, capaz de tirar con energía de las riendas de la mejor unidad de La Casa, pero también la más conflictiva, y, en aquel momento, desmoralizada. Así que debía tener la humanidad, psicología y dotes de mando necesarios para que los James Bond españoles recuperaran el tono perdido y afrontaran los retos que les iba a plantear la nueva dirección. Este perfil lo cumplía sobradamente Ignacio E., aunque su relación con la Operación Mengele suponía un obstáculo importante.
Sin embargo, la jugada de ajedrez de Calderón fue maestra. Designó a Ignacio E. sin anestesia, con lo que consiguió tener a uno de los mejores en ese puesto, y al mismo tiempo respaldó y tapó discretamente y con elegancia las misiones sucias que en la época socialista había realizado el servicio. No hacía falta explicarlo. Todos lo entendieron. Si uno de los implicados en Mengele desempeñaba un puesto tan trascendental, los demás podían respirar tranquilos.
Ignacio E. tiene en su haber innumerables penetraciones clandestinas en embajadas y domicilios de Madrid, seguimientos a sospechosos de intentar atentar contra la seguridad de España y la dirección de trabajos altamente secretos. Precisamente en bastantes de ellos participó una agente de KA, de larga melena negra, que tiempo después se convirtió en su mujer. Evidentemente, forman un matrimonio de lo más secreto.
Quiénes son. Desde que en 1978 el general Manuel Gutiérrez Mellado impulsara la creación de un servicio secreto, al que llamó Cesid, para que rompiendo con el pasado hiciera frente a las necesidades y retos de un país democrático, por el puesto que ahora ocupa Ignacio E. han pasado varios agentes muy conocidos que han tenido sus momentos buenos, malos y... espantosos. El primero fue José Luis Cortina, que implantó la doctrina que todavía hoy utilizan los 007 españoles, heredada de los amigos del Mosad, el mejor servicio secreto del mundo. Así que podemos ir dándonos cuenta de que los KA españoles resultan igualmente aptos que sus maestros israelíes, de los que reciben adiestramiento directo. La Midrasha, curso de preparación de agentes secretos del Mosad, tiene su equivalente en España en el CTOI (Curso de Técnicas Operativas de Inteligencia). Dura nueve meses, cual embarazo, aunque los alumnos acceden a él suficientemente preparados de antemano, seleccionados con lupa, y desde unidades especiales. Principalmente, de la Guardia Civil y de las COES. Las alumnas del CTOI, igualmente especiales, por lógica machista no proceden de ninguno de esos dos lugares. Aunque también son seleccionadas con lupa. La lupa en este caso, medida en términos de máxima confianza para el servicio y otros méritos, suele ser de tinte castrense.
José Luis Cortina, 59 años. Casado, tiene una hija. Coronel del Estado Mayor del Ejército de Tierra. Fue el jefe del KA que implantó la doctrina que todavía utilizan hoy los "007" españoles.
Así que José Luis Cortina concibió un curso de preparación para los agentes secretos españoles, que alguno ha llegado a comparar con las SS y la Gestapo nazi juntas por lo mal que lo pasan. Por eso acaban siendo KA. Su lema: "Lo difícil está hecho, lo imposible se hará". Operaciones de aprendizaje como Paso del Rubicón o Rapto de las Sabinas, por poner ejemplos, se realizan simultáneamente en la Midrasha y en el CTOI y los convierten en agentes de los mejores del mundo.
"Eres vulnerable cabrón". En el primero, el futuro agente puede hallarse en una encrucijada desagradable a cualquier hora. Algo que le pasará el resto de su vida. Puede verse obligado a subirse a un árbol en pleno Paseo de la Castellana y cantar el Cara al Sol a grito pelado; a lo mejor está comiendo con traje y corbata en un restaurante y le aterriza un instructor que, tras despojarle de dinero, documentación y agenda, le reta a que se haga con dos gramos de coca en diez minutos; puede llegar a casa por la noche de una fiesta de cumpleaños y encontrarse de pronto de bruces en el suelo con una pistola en la nuca y una bonita frase: "Eres vulnerable cabrón", o tiene que hacer de barrendero hasta las cinco de la mañana...
La Operación Rapto de las Sabinas es más sofisticada. Se les dice ante su estupor que "tienen que secuestrar a una persona", sin más. Que monten el operativo y que se las arreglen. Se supone que la víctima es un chorizo, un traficante peligroso o un elemento en algún grado desestabilizador de la paz nacional. Fijan el día, la hora y, sobre todo, el nivel de operatividad (puede ser tan retorcido como fingir un accidente de tráfico con el susodicho). En el momento adecuado se hacen cruelmente con la persona, le ponen un saco en la cabeza, la golpean sin piedad, la introducen en el maletero del coche y salen disparados hacia la base convenida. Allí se inicia un interrogatorio igualmente cruel. La sorpresa llega al final: la víctima siempre es ya un adiestradísimo y curtidísimo KA, como terminarán ellos. Nunca saben cuándo les puede llegar el momento de la prueba, pero sí saben que así funcionan las cosas en La Casa, y están preparados... para todo, con una sangre fría de espanto. Un KA comenta sobre el asunto: "Es tan brutal la situación, que llegas a pensar que la cosa va en serio".
Pero las cosas de La Casa no han hecho más que empezar en lo que a servicio secreto de alto standing se refiere. Terminan siendo de lo mejor: expertos en submarinismo, esquí alpino y acuático si hace falta, alpinismo, paracaidismo, artes marciales, armas de todo tipo, explosivos, cerrajería, escuchas y sistemas de sacrofonía en general, conducción temeraria y sin riesgos, simulación (maletín de cambio de apariencia incluido e inseparable), y ante todo en "manipulación psicológica" del personal seleccionado para la ocasión. En definitiva... un horror para los que trabajamos en el hábitat de superficie.
Qué se le va a hacer. De no ser así, no desmantelarían comandos árabes a punto de cometer un sanguinario atentado en el aeropuerto de Barajas en 1986, y en hora punta. En los años que corren, la amenaza viene de allí mismo; el Telón de Acero ya no existe y la escisión de bloques tampoco. Para el supuesto utilizaron conejitas del Cesid. Se trata de prostitutas de aspecto impresionante, esmeradamente seleccionadas por el Centro y pagadas con sobre de oro, como siempre, para quitarse de en medio a todo el personal de servicio de seguridad de cierta embajada, y de paso hacer copia de las llaves del lugar. Rendidos por el rabito de las conejitas cayeron el servicio de seguridad y, ante todo, dos diplomáticos libios de altura en varias noches de amor y lujuria en dos idiomas. ¡Misión cumplida! En la que se ha dado en llamar por el centro la operación Cinca (Contrainteligencia) -Lefa (Semen en argot..., ya se sabe de quienes)- Laja (Lápida, porque hay razones bastantes para sospechar que a las conejitas se las cargaron por trabar una amistad inesperada y peligrosa para los intereses españoles con los libios de alcurnia).
Javier Calderón, Director del Cesid desde el pasado año. Fue quien eligió a Ignacio E. para dirigir el grupo KA a pesar de que había estado implicado en la fatídica "Operación Mengele"
Así se justifican con la boca tipo pomelo, ante la sorpresa, los asaltos con guantes de látex, y el más vanguardista de los instrumentales, a embajadas enemigas, como la de Libia o Argelia (ésta por aquello del gas, del que mucho sabe Perote durante su discreta y corta estancia en Repsol).
De no haber sido por su hercúleo entrenamiento, los KA tampoco habrían sido capaces de cambiar el régimen político de El Salvador en el tiempo récord de tres años (1986-1989, operación no conseguida ni por la CIA). La captación sistemática de altas personalidades extranjeras en beneficio de la nación, sobre todo durante la guerra fría (agentes de la KGB, por ejemplo). O las infiltraciones en grupos terroristas, nacionales e internacionales, pongamos ETA, que nos interesa más, en las que jugándose el pellejo muchos han caído heroicamente en acto de combate y en secreto, que es de lo que van. Como secretamente han intervenido en operaciones financieras del país, espiando a... ¿quién más da? Ya no dan abasto, a estas alturas del culebrón español. Ellos sí que son los auténticos "héroes del silencio", aunque no tengo ni idea de si saben cantar.
¿Qué si tienen licencia para matar? Puede que sí, aunque todos los servicios secretos occidentales se empeñen en negar la existencia de su particular "Departamento de Sangre" en filas. Incluso el Mosad... hay que fastidiarse. Pueden estar a salvo. El magistrado del Tribunal Supremo, Augusto de Vega, sentenció en su día en contexto muy distinto (llámese espionaje político desde el Gobierno del PSOE: "Nunca han existido pruebas y nunca existirán". Y eso que había indicios como para frenar el AVE). Asesinan "por razones de Estado", en Estados en que el derecho a la vida se protege por encima de cualquier otro derecho connatural al ser humano. Pero, ¿y si así se desmantela un sanguinario comando árabe o se frustra un igualmente sanguinario atentado de ETA? No sé si los españoles tenemos respuesta.
Sofisticación. Utilizan en sus operaciones los medios técnicos más sofisticados. Son autosuficientes fabricando en su propio taller todo tipo de ingenios de cinemascope. No dependen para ello como antaño de la CIA. Dominan el arte del láser, los infrarrojos y las escuchas. Lo saben todo sobre manipulación de vehículos y de cualquier objeto, ya sea agenda, bolígrafo, paquete de tabaco o botón de americana. Controlan el mundo de la falsificación y las identidades de cualquier clase. Se refugian de miradas ajenas en chalés y pisos tapadera, denominados Roma, Berlín, Jaca, París... etc., que constituyen la base de los distintos grupos operativos.
En fin, volviendo a los agentes de nombre y apellidos, Cortina acabó mal. Se le implicó en el intento del golpe de Estado y tuvo que dejar el servicio, aunque finalmente fue declarado inocente. Muchos años después, tras sufrir la persecución de los socialistas, ha regresado a los aledaños del poder gracias a sus amistades con el PP, y especialmente con Javier Calderón, a quien dicen que está asesorando.
Juan Perote es todavía más conflictivo. Tras su llegada en 1982, la unidad disfrutó de un potenciamiento de efectivos y medios, alcanzando una operatividad equiparable a los James Bond ingleses. Después, como es sabido, fue expulsado de malas formas del Cesid y se vengó llevándose "inadvertidamente" papeles comprometedores. Le sustituyó Antonio Lago Palomeque, alias "Laguna", que sumó a su discreción una buena labor con sus hombres, aunque su etapa fue muy dura por las continuas apariciones en los medios de comunicación de las misiones, más o menos legales, de su unidad. Tras la llegada de Calderón, le ascendió a jefe de división y nombró para el departamento operativo a Ignacio E., que si bien su nombre acaba de dejar de ser desconocido, sigue siendo, como Markus Wolf, el hombre sin rostro. No sé cómo se titulará el artículo, pero sí como termina. Yo estuve con los KA.