En 1997, Joel Griffiths y Chris Bryson, dos periodistas respetados, se asomaron al abismo. Descubrieron una historia acerca de los fluoruros tan escalofriante que debía ser contada a la opinión pública.
The Christian Science Monitor, el periódico donde debía publicarse incialmente su artículo, al final no lo publicó.
El artículo, titulado
“Fluoride, Teeth and the Atomic Bomb” (El fluoruro, los dientes, y la bomba atómica), al final fue publicado en varios sitios web, a veces con distorsiones, supresiones o adiciones. Hablé con Griffiths, y él me dijo que me asegurara de leer una copia correcta del artículo. (Se puede encontrar aquí en inglés:
“El fluoruro, los dientes, y la bomba atómica”, en fluoridealert.org.)
Griffiths también me dijo que los investigadores que estudiaban los efectos de los fluoruros yendo a comunidades con agua potable fluorada, y comparando los datos con los de comunidades con agua no fluorurada, perdían de vista un punto importante: los fluoruros ya están en todas partes; los utiliza la industria farmacéutica en la fabricación de medicamentos y también son usados en muchos otros sectores (por ejemplo, aluminio, pesticidas), porque el flúor es muy activo y se combina fácilmente con todo tipo de sustancias. Por lo tanto, existe una exposición pública muy amplia a los fluoruros.
Quiero repasar algunos de los principales puntos del artículo de Griffiths-Bryson.
Griffiths descubrió cientos de documentos de la 2 ª Guerra Mundial. Estos incluyen documentos del Proyecto Manhattan, el programa de construcción de la primera bomba atómica.
El artículo de Griffiths/Bryson dice:
“El fluoruro fue la clave química en la producción de la bomba atómica…millones de toneladas…eran esenciales para la fabricación de uranio enriquecido y plutonio, destinados a la creación de armas nucleares a lo largo de la Guerra Fría”
Los documentos revelan que, en lo relativo al programa de creación de la bomba atómica norteamericana, el fluoruro era la amenaza más significativa para la salud, especialmente para los trabajadores y las comunidades situadas en torno a las instalaciones destinadas a su fabricación.
“Muchas de las supuestas pruebas que afirman que ‘el fluoruro es seguro para los seres humanos en dosis bajas’, fueron fabricadas por los propios científicos del programa de creación de la bomba atómica, que en secreto recibieron la orden de proporcionar pruebas científicas útiles en litigios legales contra aquellas personas que habían sido envenenadas por el fluoruro y que presentaban demandabas por daños y perjuicios…y es que curiosamente, las primeras demandas contra el programa de creación de la bomba atómica de EE.UU. no tenían nada que ver con los efectos de la radiación, sino con los daños provocados por los fluoruros, como muestran los documentos gubernamentales de la época”
Así que, a los científicos que crearon la bomba atómica, se les dijo que tenían que fabricar estudios falsos que concluyeran que los fluoruros eran seguros para la salud pública. Y lo hicieron sin rechistar.
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Ubicación de las instalaciones principales del Proyecto Manhattan |
El estudio de mayor alcance se llevó a cabo en Newburgh, Nueva York, entre 1945 y 1956. Se trataba de una operación secreta llamada “Program F.”
Los investigadores obtuvieron muestras de sangre y tejidos de los habitantes de Newburgh, gracias a la colaboración del Departamento de Salud del Estado de Nueva York.
Griffiths y Bryson hallaron la versión original de ese estudio, que había sido mantenida en secreto.
Comparándola con la versión “debidamente arreglada”, los periodistas descubrieron que las evidencias de que los fluoruros provocaban efectos adversos para la salud, había sido suprimida por la Comisión de Energía Atómica de EE.UU..
Volvamos a tiempos presentes.
La Dra. Phyllis Mullenix, jefa de toxicología en el Forsyth Dental Center en Boston, realizó una serie de estudios en animales en la década de 1990, que demostraron que, tal y como demuestra el artículo de Griffiths/Bryson: ” el fluoruro era una potente toxina para el sistema nervioso central”
Mullenix solicitó una subvención de los Institutos Nacionales de Salud, con el fin de ampliar los estudios al respecto. Su solicitud fue rechazada. Y se le “aclaró” que “los fluoruros no causan efectos sobre el sistema nervioso central”.
Sin embargo, la investigación de Griffiths/Bryson descubrió una nota de 1944 del Proyecto Manhattan, que afirmaba:
“La evidencia clínica sugiere que el hexafluoruro de uranio puede tener un efecto marcado sobre el sistema nervioso central…parece más probable que tales efectos se deban al Fluoruro que al Uranio”
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Ampolla con Hexafluorido de Uranio |
Esta nota de 1944 fue enviada al jefe de la Sección Médica del Proyecto Manhattan, el coronel Stafford Warren. Se solicitó a Warren que diera su aprobación para iniciar estudios en animales sobre los efectos causados por el fluoruro sobre el Sistema Nervioso Central. Warren dio su aprobación de inmediato.
Pero los registros con los resultados de este estudio no han sido hallados. Lo más probable es que continuen clasificados.
El hombre que en 1944 propuso ese estudio de emergencia para estudiar los efectos de los fluoruros sobre el sistema nervioso central fue el Dr. Harold Hodge, quien trabajó en el Proyecto Manhattan.
¿Saben quién fué enviado a asesorar a la Dra. Mullenix 50 años más tarde en el Forsyth Dental Center en Boston, cuando estudiaba los efectos de los fluoruros sobre el sistema nervioso central? Precisamente, el Dr. Harold Hodge.
Evidentemente, el Dr. Harold Hodge jamás informó a la Dra. Mullenix de su trabajo anterior sobre la toxicidad del fluoruro para el Proyecto Manhattan. Se lo ocultó debidamente.
Dr. Harold Hodge
Y esto nos arroja una pregunta: ¿Fue contratado Hodge para vigilar a la Dra. Mullenix e informar sobre sus descubrimientos?
Resulta que Hodge, allá por la década de 1940, había sugerido que debía promocionarse el uso de fluoruro como tratamiento dental. Así que su presencia al lado de Mullenix, décadas más tarde, posiblemente se debía a que fue enviado a vigilar el desarrollo de las investigaciones de la doctora.
La secuencia está muy clara. Construir una bomba atómica, utilizando fluoruros. Olvidar los efectos tóxicos del flúor. Ocultar los estudios sobre la toxicidad de los fluoruros. Manipular los estudios posteriores.
Y aún podemos encontrar más pistas sobre las oscuras actividades del Dr. Hodge. En 1944, se produjo “un incidente de contaminación severa” en Nueva Jersey, cerca de la planta de Du Pont en Deepwater, donde la empresa trataba de fabricar la primera bomba atómica.
Un incidente relacionado, precisamente, con el fluoruro. Los cultivos de melocotón y tomate de los agricultores de la zona fueron destruidos. Los caballos y las vacas quedaron lisiados. Algunas vacas no se aguantaban sobre sus patas y tenían que pastar apoyadas sobre sus vientres. Los cultivos de tomates (que se vendían a la compañía Campbell para hacer sopas) estaban contaminados con fluoruros.
La gente del Proyecto Manhattan estaba aterrorizada ante las posibles demandas y las posibles revelaciones posteriores sobre la naturaleza tóxica de su trabajo. Alguien escribió una nota sobre el asunto. ¿Adivinan su autor? El Dr.Harold Hodge.
Entre otras cuestiones, informaba sobre el alto contenido de fluoruro en los cultivos de hortalizas de la zona contaminada.
Y también sobre los altos niveles de fluoruro presente en las muestras de sangre humana.
El hecho es que los agricultores empezaron a presentar demandas. Se trataba de un gran problema de relaciones públicas.
Sin embargo, las demandas fueron resueltas “en voz baja”, sin hacer ruido en los medios.
Harold Hodge escribió otra nota, de la que extraemos el siguiente comentario revelador: “¿Sería útil intentar contrarrestar el temor de la población local acerca del fluoruro, realizando conferencias sobre la toxicología del fluoruro y sobre su utilidad para la salud dental?”
El artículo de Griffiths/Bryson responde a esa pregunta retórica:
“Al final se dieron esta serie de conferencias, no sólo a los ciudadanos de Nueva Jersey, sino al resto de los EEUU durante la Guerra Fría.”
De hecho, esta fue la plataforma de lanzamiento de los fluoruros como “exitoso tratamiento dental”
Resulta curioso.
En la película Dr. Strangelove (titulada en España “Teléfono Rojo, volamos hacia Moscú”), el Brigadier General Jack D. Ripper se exclama sobre los efectos que los fluoruros causan sobre la “sangre pura de los estadounidenses”.
Su personaje aparece como un fanático de extrema derecha, dispuesto a iniciar una guerra nuclear. Es curioso porque (supuestamente), los guionistas de la película (Stanley Kubrick, Peter George y Terry Southern) no sabían que los fluoruros eran extremadamente tóxicos, ni sabían que formaban parte integral del programa de creación de la bomba atómica.
Sea como sea, ahora conocemos la razón por la que los fluoruros tóxicos han sido promovidos tan activamente como tratamiento dental durante tantos años…
Jon Rappoport