Antiguamente (es decir, hace cinco o diez años) los internautas nos sentíamos seguros de que nadie intentaría controlar, patrullar o espiar ese novedoso sistema de intercomunicación humana que llamamos Internet. Creyendo que tal hazana equivaldría a poner puertas al desierto, nos sentimos seguros en los números. Demasiado grande, demasiado extendida. Eso suponíamos.
Nos equivocamos. Probablemente también se equivocaron los radioaficionados, los usuarios de teléfonos, los periodistas del siglo XIX. Cada vez que un nuevo modo de comunicación aparece o se desarrolla, los gobiernos saltan a la arena para a) espiar, b) controlar, c) legislar. Todo por nuestro propio bien, por supuesto.
En la actualidad, la red de redes es un bocado demasiado grande incluso para las fuerzas del "lado oscuro." Pero eso no significa que éstas se sienten a un lado. Durante los últimos años hemos asistido a esfuerzos gigantescos en ese sentido... y a contraesfuerzos en sentido opuesto. La eterna lucha entre el "déjame en paz" y el "es por tu bien" continúa. Quién acabará venciendo a la postre es algo que no me atrevo a vaticinar. Pero entretanto, de sabios es informarse. ¿Qué fisgones pululan por nuestras redes de comunicaciones? Vamos a ver quiénes son. O, al menos, intentémoslo. Y, puesto que de diseccionar al Gran Hermano se trata, nada mejor que comenzar por el más grande de ellos: una contra-red denominada Echelon.
Considerando que el revuelo generado por Echelon tiene tan sólo unos pocos años (lo que hace creer a algunos que solamente se dedica al espionaje de las comunicaciones por Internet), resulta chocante aprender que sus orígenes datan de finales de la Segunda Guerra Mundial. Hacia 1.947, la colaboración anglo-norteamericana en materia de espionaje electrónico cristalizó en la denominada alianza UKUSA entre Estados Unidos y el Reino Unido, a la que posteriormente se unieron Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
No sabemos cuál fue la fecha de nacimiento de Echelon, aunque se cree que ha estado en funcionamiento desde al menos los años 70, puede que incluso los 60 (como es de suponer, no hay mucha información oficial al respecto, así que los "se cree" y "se supone" abundarán en lo que sigue). EEUU y el Reino Unido, los dos socios fundadores, decidieron entonces obtener "inteligencia" a partir de las redes de comunicaciones civiles. Posteriormente, en los años 80, se admitió la entrada a los otros tres socios menores (incluso parece ser que Irlanda ha sido recientemente invitada a participar, noticia no confirmada hasta ahora). Desde entonces, tanto sus objetivos como sus medios se han extendido sin pausa. Aparte de escuchas telefónicas, se interceptan faxes, mensajes de correo electrónico ... todo lo que sirva para enterarse de las cosas.
Echelon fue un hijo de la guerra fría. Entonces, ¿por qué sigue vivo? Quizá en cumplimiento de un viejo proverbio: si no está roto, no lo arregles. Se buscan ahora nuevos enemigos: terroristas internacionales, narcotraficantes, redes de contrabando nuclear. Y por supuesto, los indeseables de mal vivir que, según los amantes de la ley y el orden, pueblan ahora Internet. Para los espías, Echelon es un juguete demasiado bueno. Si no existiera, habría que inventarlo. Y ahí sigue.
El que la poderosa Agencia de Seguridad Nacional (NSA) norteamericana colabore con otros socios no es simple generosidad. Hay poderosos motivos. En primer lugar, contar con otras agencias amigas permite "repartirse el mundo." Dentro del club Echelon, el Reino Unido se encarga del espionaje electrónico en África y la zona europea al este de los Urales; Canadá cubre las latitudes septentrionales y polares; Australia tiene asignada Oceanía.
En segundo lugar, no se puede espiar si no se tiene una base de interceptación. Y malamente podría Estados Unidos interceptar los mensajes transmitidos por satélites en órbita sobre el Atlántico o el Pacífico si no tuviese cuando menos acceso a estaciones de escucha cercanas. Ya en 1.971 los ingleses construyeron una de tales estaciones en Norwenstow. En la actualidad, las bases de escucha de Echelon (las conocidas, cuando menos), constituyen una lista de destinos digna del mismo Phileas Fogg: Yakima, Sugar Grove (EEUU), Geraldton, Shoal Bay y Perth (Australia), Waihopai (Nueva Zelanda), Menwith Hill (Reino Unido), Leitrim (Canadá), Bad Aibling (Alemania), Misawa (Japón), Chipre.
En tercer lugar, permite evitar ciertos inconvenientes legales. Normalmente, ninguna de las agencias de inteligencia que participan en el sistema Echelon puede, por ley, espiar dentro de su propio país. Pero nada impide pedir que otro de los socios espíe en su lugar. Es decir, si el Reino Unido quiere espiar en su país, no tiene más que pedirle el favor a sus colegas canadienses.
Según denuncia un espía canadiense, Margaret Thatcher usó esta triquiñuela en 1983 para espiar a algunos miembros de su propio gabinete ministerial. A petición de Canadá, el Reino Unido espió en 1975 a la esposa del entonces primer ministro canadiense, Pierre Trudeau. Henry Kissinger usó a la NSA para espiar al entonces secretario de estado, William Rogers. Diversos senadores norteamericanos fueron espiados de la misma forma durante el gobierno Reagan. Organizaciones como Amnistía Internacional o Greenpeace han sido asimismo espiadas. Y esos son solamente algunos de los ejemplos que se conocen.
Funcionamiento de Echelon
El mecanismo de Echelon puede dividirse en tres etapas: recoger información, analizarla y distribuirla. Así de sencillo. Por supuesto, la cantidad de datos que se han de recoger, analizar y distribuir hace que nuestro Gran Hermano favorito tenga algunos rasgos peculiares.
Primera etapa: captar información. Para ello se ha desarrollado una red de estaciones de interceptación, que constituyen la espina dorsal de Echelon. Las más llamativas son las que espían a, o se basan en, satélites. Interceptar mensajes de radio es relativamente sencillo. Pero con el advenimiento de los satélites de comunicaciones en los años 60, la cosa se complicó. Fue preciso, ya en 1.971, instalar estaciones de interceptación en Morwenstow (Reino Unido) y Yakima (Estados Unidos) para pinchar las señales de los satélites Intelsat que orbitaban sobre los océanos atlántico y pacífico. A más satélites, más estaciones: Sugar Grove (Estados Unidos) fue la tercera, seguida de otras en Puerto Rico, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
En adición a estas estaciones (y a las que interceptaban emisiones de radio de alta frecuencia), fue preciso instalar otras para adecuarse a los tiempos, o bien desarrollar nuevos sistemas. No es fácil acceder a los cables submarinos de comunicaciones, pero hay submarinos especializados en acceder a dichos cables y pincharlos. Incluso los nuevos cables de fibra óptica tienen sus puntos vulnerables: el cable en sí no se puede pinchar, pero los repetidores opto-electrónicos usados para aumentar la potencia de las señales permite una vía de entrada al espía. Se espera que hacia el año 2004 sea botado un nuevo submarino para dichos menesteres: el USS "Jimmy Carter" (que se use el nombre de un defensor de los derechos humanos como Carter en tareas de violación de esos mismos derechos resulta algo de muy mal gusto, por otro lado).
¿Qué hay de la telefonía móvil? Las señales de microondas emitidas por éstos, y por las estaciones transmisoras, no son omnidireccionales, esto es, no se dispersan en todas direcciones, sino que son más intensas en direcciones paralelas al suelo. Pero para eso están los satélites. Ya en los años 60 se usaron satélites para interceptar mensajes de microondas. El truco consistía en situar el satélite casi sobre el horizonte respecto al objetivo. En la actualidad, los satélites de espionaje electrónico pueden captarlo prácticamente todo: bandas de VHF, UHF, telefonía móvil, buscas. Por supuesto, esto tiene su precio. Se cree que el coste de uno de tales satélites ronda los 200.000 millones de pesetas. Pero eso da al club Echelon la posibilidad de captar mensajes de microondas en cualquier lugar del planeta.
En segunda etapa: analizar la información. La posibilidad de captar mensajes no sirve de nada si éstos no pueden procesarse y estudiarse. De lo contrario, acabaremos con una montaña de datos sin utilidad práctica alguna. Aquí es donde entra un sistema que rivaliza en importancia y efectividad con la propia red de estaciones y satélites. Me refiero a los ordenadores de diccionario.
Nadie tiene los recursos suficientes para procesar y almacenar tanta información como la que circula hoy por las redes de comunicación. Lo que se hace, en su lugar, es "filtrar" la información. El torrente de datos que entran en una estación de seguimiento es dirigido hacia sistemas informáticos masivos a los que se aplica diversos procesos: reconocimiento óptico de caracteres (OCR) para mensajes escritos, reconocimiento de voz para conversaciones, y búsqueda de palabras para mensajes en general. Algo así como la opción "buscar" de un procesador de texto, pero increíblemente más veloz y sofisticado. Incluso se está trabajando en sistemas para localizar una voz en concreto mediante reconocimientos de patrones vocales, aunque se cree que no ha sido conseguido aún.
Procesando 24 horas al día, 7 días a la semana, los diccionarios de Echelon criban toda la información, en busca de palabras clave, números de teléfono o voces concretas. La gran mayoría de los mensajes no tiene interés, y son descartados. Pero los que concuerden con algún patrón de búsqueda van al saco: son transcritos o grabados, y etiquetados para futuro análisis. De esa manera, Echelon alcanza todo su potencial, combinando músculos y cerebro a una escala sin precedentes.
Cada estación mantiene un diccionario con los objetivos a buscar. Estos objetivos pueden ser introducidos por cualquiera de las agencias de espionaje participantes. ¿Que los ingleses desean saber qué hacen los activistas de Greenpeace en el Pacífico? Pues se incluyen en los diccionarios de Australia y Nueva Zelanda. Con la combinación estaciones+diccionarios, se permite una criba eficiente y amplia. Puede que nuestras conversaciones no resulten de interés para nadie, pero el hecho es que se están espiando y filtrando. Y si sucede que decimos algo de interés, el diccionario da el chivatazo.
Se cuenta el caso de un ama de casa que hablaba con una amiga por teléfono. Al comentar lo bien que había actuado su hija en la función del colegio, exclamó "fue fantástico, todo un bombazo." Esta última palabra hizo que su nombre acabase en un archivo sobre posibles sospechosos de terrorismo. Probablemente la anécdota sea apócrifa, incluso falsa. Pero ilustra perfectamente los problemas en que podemos vernos involucrados los ciudadanos de a pie. Aparte, naturalmente, del incordio inherente a que nos estén vigilando.
Finalmente, la información ya tratada y cribada es diseminada entre las diversas agencias de inteligencia interesadas. Dependiendo de la importancia de dicha información, ésta va cifrada y clasificada con diversos grados de secreto. Ya en 1981 la NSA y el GCHQ (su equivalente británico) construyeron la primera red de área amplia (WAN) digital para conectar las estaciones de seguimiento/interceptación. De la extensión de dicha red nos dará una idea el dato siguiente: hasta mediados de los años 90, era más grande !que la propia Internet!
Saltar la liebre Mucha atención reciben las acusaciones de que Echelon incluye actividades de espionaje industrial en detrimento de empresas europeas. De hecho, parece ser el motivo por el que Europa toma cartas en el asunto (otros asuntos mundanos, como la protección de la privacidad de los ciudadanos europeos, no parecen tan relevantes). Algunas de las alegaciones de Campbell en su informe Interception Capabilites 2000:
- En 1993, un funcionario de la NSA describió cómo se buscaba información sobre "Tornado" y "Panavia". En aquel entonces, el consorcio europeo Panavia intentaba vender aviones Tornado a Arabia Saudí.
- En 1994, la NSA interceptó llamadas entre la empresa Thomson y Brasil, relativas a un sistema de vigilancia. El contrato fue finalmente otorgado a la empresa norteamericana Raytheon ... que curiosamente proporciona servicios de mantenimiento e ingeniería en la estación de Echelon en Sugar Grove.
- En 1996, se interceptaron mensajes entre Arabia Saudí y el consorcio europeo Airbus. Resultado: McDonell Douglas y Boeing consiguieron el contrato, valorado en al menos 6.000 millones de dólares.
En estos dos últimos casos, se afirma que las empresas europeas intentaron el soborno para conseguir los contratos. El propio Jamew Woolsey, ex-director de la CIA, lo usa como justificación para el espionaje comercial.
En una entrevista titulada (http://cryptome.org/echelon-cia2.htm) "Por qué espiamos a nuestros aliados" y publicada en el Wall Street Journal el 17 de Marzo de 2.000 clamaba:
"Sí, mis amigos continentales europeos, os hemos espiado. Y es cierto que usamos ordenadores para filtrar los datos mediante palabras clave? ... En algunas áreas, la tecnología europea sobrepasa a la de EEUU, pero, por decirlo suavemente, el número de tales áreas es muy, muy, muy pequeño. La mayoría de la tecnología europea es tal que no vale la pena robar. ¿Por qué, entonces, os hemos espiado? ... os hemos espiado porque vosotros sobornáis."
Que cada cual saque sus propias conclusiones.
Europa responde
No sé si las declaraciones de Woolsey fueron la gota que colmó el vaso, o simplemente es una coincidencia temporal, pero el hecho es que en Marzo de 2.000 Europa comienza a ponerse las pilas.
Aunque algunas de esas pilas no son precisamente alcalinas. La Comisión Europea, por boca de Erkki Liikanen (Comisario responsable de la Sociedad de la Información), hizo una declaración el 30 de Marzo. Sin mencionar Echelon ni confirmar o negar su existencia, logró salir del paso con algunas declaraciones genéricas sobre la protección de datos y la seguridad de las comunicaciones. Sí afirma poseer una carta del gobierno norteamericano, según la cual la comunidad de inteligencia de EEUU no se dedica al espionaje comercial.
Parece ser, por contra, que el Parlamento Europeo sí está por la labor. Una resolución de su Comisión de Libertades y Derechos de los Ciudadanos, Justicia y Asuntos de Interior (Comisión LIBE) insta a que se tomen cartas en el asunto. Cuatro meses después, y con algunas dificultades, el PE crea una comisión temporal de investigación. Esta "Comisión Echelon" tiene poderes reducidos. Evidentemente no puede prohibir a Estados Unidos que deje de espiar, pero tiene atribuciones para buscar más pruebas acerca de la existencia y el funcionamiento de Echelon, y lo más importante, para aconsejar al PE sobre las medidas a tomar para protegerse contra dichos sistemas de espionaje. Si la Comisión Echelon consigue que Europa se tome en serio el asunto y aprenda a defenderse, ya habrá cumplico con creces
El futuro para el James Bond digital
Estamos en un punto de inflexión. En los próximos meses veremos hasta qué punto las fuerzas del lado oscuro logran sus objetivos frente a la oposición tanto de gobernantes como de gobernados. Podría pensarse que el poder y los medios a disposición de los espías, junto a las consideraciones habituales de "seguridad nacional, no molestes" podrían ser suficientes para que se saliesen con la suya.
Pero las agencias de inteligencia que mantienen Echelon se están enfrentando a graves problemas de saturación. Cada vez resulta más difícil y costoso introducirse en los nuevos sistemas de comunicación. Los cables de fibra óptica son difícules de pinchar (casi imposible, si no se logra resolver el problema de los repetidores opto-electrónicos), y requiren acceso físico. Las comunicaciones por telefonía móvil están cada vez mejor cifradas y requieren menos potencia de transmisión, lo que dificulta tanto la captación de los datos como su ulterior tratamiento. Cada vez más tráfico de comunicaciones por Internet va cifrado (es necesario si se quiere hacer despegar el comercio electrónico), y dicho tráfico -cifrado o no- aumenta en volumen en forma casi exponencial. Y ni siquiera un gobierno tan rico y decidido como el norteamericano puede gastarse alegremente un cuarto de billón de pesetas cada vez que necesita un nuevo satélite de interceptación.
Parece como si los días de las vacas gordas tocasen a su fin. En el futuro, las comunicaciones serán cada vez más seguras, mejor protegicas y de mayor envergadura. Puede que incluso el Gran Hermano encuentre el bocado demasiado duro de tragar. Algunos expertos imaginan un mundo donde se tenderá hacia técnicas de espionaje tradicionales (espías, agentes infiltrados, micrófonos) que seguirán permitiendo a los 007 del mundo hacer su trabajo, pero sin poder acceder al gran flujo de información. Será como volver de la explotación con redes de deriva a la pesca con artes tradicionales.
Hermanitos, hermanitos
De todos modos, no cantemos victoria. Las fuerzas policiales están más que dispuestas a recoger el testigo del espionaje electrónico. Con términos como el de "interceptación legal", los principales países del mundo están adaptando su legislación para ampliar las capacidades fisgoneadoras de las fuerzas del orden. En Europa, la conocida resolución Enfopol ha sido consagrada legalmente dentro del llamado Convenio de Asistencia Mutua en Asuntos Penales dentro de la Unión Europea. Dicho convenio permitirá una ampliación extraordinaria para interceptar todo tipo de comunicaciones. Su extensión es tal que un país de la UE podrá utilizarlo para captar comunicaciones de un ciudadano que se encuentre en otro país, sin que dicho país tenga siquiera que ser informado (en mi pueblo a eso se le llama espionaje puro y duro).
Paralelamente, se están ultimando las especificaciones técnicas para que todo este esfuerzo de vigilancia policial sea efectivo y rutinario. La ETSI (European Telecommunication Standards Institute) se encarga de ello. Dentro de poco, cualquier tipo de teléfono tendrá un canal adicional para cuando la policía decida que debe intervenir las comunicaciones. Equipamiento estándar de fábrica.
Con una coincidencia en el tiempo que podríamos calificar de sorprendente, Enfopol/Convenio está siendo acompañado por medidas similares en otros ámbitos. Por poner algunos ejemplos:
El Consejo de Europa reveló en Abril de 2.000 un borrador de "Convenio Internacional sobre Crimen en el Ciberespacio". Dicho borrador, retocado en Octubre, indica lo que los ciudadanos no pueden hacer ...y sí les está permitido a los gobiernos.
En Mayo, los países del grupo G-8 se reunieron con representantes de la industria informática para incrementar la cooperación sobre cibercriminalidad. Estados Unidos vio derrotada su propuesta de crear un especie de policía cibernética mundial.
En el Reino Unido, la ley RIP recientemente introducida dota a la policía de poderes de vigilancia sin precedentes, y en muchos casos sin supervisión judicial alguna. Un botón de muestra: si usted se niega a proporcionar sus claves de cifrado a la policía (aunque las haya perdido), le costará automáticamente dos años de prisión. Y si cuenta a alguien que ha entregado dichas claves en el curso de una investigación policial ... cinco años más.
En Estados Unidos, el FBI está siendo criticado por su proyecto Carnivore, que inserta "cajas negras" en los proveedores de servicios de Internet para interceptar comunicaciones. Bajo mandato de un juez federal, se han desclasificado documentos que indican que las interceptaciones del FBI van más allá de lo que se indicaba en un principio. Esto está englobado dentro de la polémica ley de vigilancia electrónica CALEA.
Y de la industria mejor ni hablar. En los últimos meses se ha conocido que algunos programas informáticos sacan fuera del ordenador donde esté instalado información sobre dicho sistema. El fin es el de ayudar a la empresa propietaria del software a establecer perfiles de clientes. Esta faceta se conoce somo "spyware". En el Reino Unido, una nueva ley autoriza a la empresa a vigilar las comunicaciones de los empleados. Parece que la industria privada está aprendiendo las ventajas del espionaje.
Conclusión
Echelon es el hermano mayor en la gran familia de los fisgones electrónicos. Es el más preparado, mejor financiado y equipado. En la actualidad se enfrenta a problemas de todo tipo, legal, político, técnico y financiero. Resulta difícil que Echelon consiga mantener el ritmo de espionaje que ha mantenido hasta ahora.
Pero, paralelamente a ello, las instancias policiales de diversos países parecen estar dispuestos a tomar el relevo. Europol y el FBI están adoptando algunas de las técnicas aprendidas de Echelon, e innovando con otras nuevas. Aunque el espionaje electrónico internacional no va a desaparecer, se percibe un cambio hacia una mayor vigilancia del enemigo interno, es decir, los ciudadanos. La búsqueda de los grandes secretos entre las naciones está dando paso a la "vigilancia de barrio", donde cada nación extiende sus esfuerzos hacia un mayor grado de control sobre las comunicaciones de sus ciudadanos.
Paradójicamente, la pugna entre los países en el campo del espionaje internacional no es obstáculo para que éstos cooperen entre sí cuando se trata de "ley y orden". Adversarios en asuntos mundiales, se convierten en aliados cuando se trata del objetivo último común: la lucha contra el individuo. Que Francia y el Reino Unido estén a la greña en el asunto Echelon no impide que cooperen en los temas del "espacio de libertad, seguridad y justicia" que nos están preparando.
¿Exagerado? Puede ser. Pero todos los tiros apuntan en esa dirección. No será mala idea recordar continuamente que, cuando nos ofrecen teléfonos móviles para ser libres, no es sino una libertad vigilada. Bienvenidos al siglo veintiuno.