lunes, 16 de noviembre de 2015

Matanza islamista en la noche del 13 al 14 de noviembre en París: Cerca de 130 víctimas de la guerra sucia de los que no creen en la democracia y la libertad

Los atentados de París de noviembre de 2015 fueron varios ataques terroristas cometidos en la noche del 13 al 14 de noviembre de 2015 en la ciudad de Parísy su suburbio de Saint-Denis, perpetrados en su mayoría por atacantes suicidas en los que murieron al menos 128 personas y otras 325 resultaron heridas. Un tiroteo en el restaurante Petit Cambodge, en el X Distrito de París, se saldó con al menos cuatro muertos. Un segundo tiroteo tuvo lugar en el teatro Bataclan, en el XI Distrito de París, con al menos 100 rehenes. En una brasserie cercana al Estadio de Francia, una explosión dejó al menos 10 muertos o heridos. La autoría de los ataques fue reivindicada por la organización yihadista Estado Islámico.

El presidente de la República, François Hollande, se encontraba en el palco del Estadio de Francia con el ministro de Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, para ver el partido de fútbol amistoso entre la selección francesa y la alemana. Hollande y Steinmeier fueron evacuados por personal del lugar. El presidente galo se dirigió al Ministerio del Interior para presidir un gabinete de crisis.



El presidente francés François Hollande dijo en una rueda de prensa: “Sabemos quienes son y de dónde vienen estos terroristas”. Claro que lo sabe, la elite de Occidente,  el gobierno de Estados Unidos y sus aliados en Europa y Oriente Medio, engendraron un monstruo llamado terrorismo jihadista hace muchos años, aún les sigue dando de de comer y eso que tiene fuerza, y aún por encima quiere devorar a sus creadores.

La lucha contra el terrorismo jihadista liderada por Estados Unidos y sus aliados es un negocio en manos de Occidente; quieren forrarse a costa de crear focos de conflictos bélicos en Oriente Medio y el Norte de África, sin importar las consecuencias, que puedan padecer los ciudadanos que viven en esas regiones y los ciudadanos que viven en sus países.

Los terroristas al servicio de la elite y de los gobiernos occidentales están en guerra contra los terroristas jihadistas que ellos mismos crearon, financiaron y armaron hasta los dientes. Es su guerra, pero los inductores de esa guerra, rara vez mueren en ella, en cambio, podemos morir cualquiera de nosotros. Las víctimas inocentes de Siria, Iraq, o Francia son víctimas de su terrorismo.

Estoy casi seguro, que ninguno de los que murieron asesinados en los atentados de París, ambicionaba los recursos  energéticos de  países como Siria, Iraq o de Libia. También estoy casi seguro, que ninguno de ellos nos mintió sobre de la existencia de armas de destrucción masiva, que después se descubrió que no existían, y sobre la necesidad de llevar nuestro modelo de pseudodemocracia y de pseudolibertad a países lejanos. Puedo afirmar casi con rotundidad, que ninguno de ellos, permanecía impasible mientras leían informes de varias páginas, en los que se relataba con detalle como eran asesinados y torturados centenares de miles de personas en Oriente Medio y el Norte de África por causa del oro negro. Y a pesar de su evidente inocencia, murieron a manos de los terroristas títeres, que Occidente utiliza para derrocar a sátrapas como el presidente sirio Bashar Hafez al-Asad. Antes cayeron Sadam Hussein y Muammar Gaddafi. Nada cambió para mejor en la vida de los ciudadanos de esos países, todo lo contrario, la vida cotidiana en esos países, se convirtió en un infierno cotidiano, que han podido probar los ciudadanos de la capital francesa.

Quien le diga que con el terrorismo no se va a ninguna parte,  le está mintiendo. A los que gobiernan Occidente en la luz y en la sombra y a los jihadistas les viene muy bien atentados terroristas como los que han ocurrido en París.  Nuestros gobernantes  y los islamistas comparten algo en común: No creen en la democracia y en la libertad. Unos procuran disimular su defensa de los valores democráticos y de las libertades, otros prefieren  graban snuff-movies y difundirlas por Internet sin ningún tipo de pudor. Al otro lado, estamos todos nosotros. 

Los terroristas del Estado Islámico con sus atentados,  ponen en aprietos a gobernantes de países occidentales; porque todos los ciudadanos, que aún les votan y creen que son garantes de la democracia, la libertad, la justicia y el orden, exigen una solución a la espiral de violencia. Esos ciudadanos angustiados, no se dan cuenta de que la solución no puede venir de parte de los que han creado el problema.

La solución no es otra que un conjunto de medidas que incluyen la aplicación de la ley marcial, patrullas de militares armados en las calles, miedo a salir a la calle o a ir a un recinto público, controles policiales paranoicos, declaraciones de políticos que expresan la más enérgica repulsa, minutos interminables de cínico e hipócrita silencio a petición de muchos culpables, pactos de partidos políticos para recortar derechos civiles, y que encuentran un balón de oxigeno en el terrorismo a tanta indignación por la crisis económica, aumento del sentimiento de rechazo a los refugiados que proceden de Oriente Medio y África, 

Y lo que es peor, el endurecimiento de la persecución y las penas de prisión para todos los ciudadanos de ideología radical y activistas, aunque no tengan nada que ver con el islamismo. Nadie se cree que aumentar las penas de cárcel va a frenar las intenciones de unos terroristas suicidas, pero hay mucho estúpido que si se lo cree, y vota a favor de partidos políticos que fomentan políticas de mano dura e inefectivas contra los terroristas islamistas, que si afectan a otros ciudadanos y colectivos. De este modo, nuestros gobernantes tienen un as bajo la manga para jugar sucio y así frenar el auge de movimientos políticos opositores. Cualquier acto de violencia, desobediencia o denuncia podría ser juzgado como un acto de terrorismo o cuando menos, de enaltecimiento del terrorismo. Se termina cortando de raíz cualquier debate sobre la necesidad de un cambio en el paradigma político ante una crisis económica, política y social.

El objetivo final de los terroristas del Estado Islámico es implantar una dictadura en forma de Califato bajo la ley islámica conocida como La Sharia, El objetivo de los terroristas de Occidente, es luchar por mantener la apariencia democrática de sus regímenes, seguir lucrándose a costa del sufrimiento de civiles indefensos, aumentar sus privilegios y perpetuarse  en el poder. Tantos unos como otros, trabajan juntos  aunque no lo parezca, y crean una sinergia perfecta que pretende borrar cualquier recuerdo de libertad.