martes, 23 de agosto de 2011

Enseñanzas de un mason III: guantes y mandil

09-12-2004 

Auteur : Pierreduquercy 


La esencia de un Francmasón requiere su anonimato delante el mundo de los profanos en cual evoluciona, debe fundirse sin ningún signo indumentario aparente, de reconocimiento. Es toda otra cosa cuando este mismo francmasón se presenta en Logia, o en estos lugares preservados, lejos de las miradas curiosas o inquisidores. Se debe de vestir con un traje indumentario correcto coronado de “decoros” propios a sus grados y calidades. Hoy, evocaré dos de estos “Decoros” del Masón. El mandil del Aprendiz, los guantes blancos. El mandil constituye el esencial del “Decoro” del masón. Si nos referimos al grado de Aprendiz, se compone de un rectángulo coronado de un babero triangular. Está hecho con piel de cordero blanca sin adorno. Al principio de esta descripción del mandil, ya nos aparece un simbolismo. Constatemos la presencia del rectángulo que es el rectángulo de oro, está coronado por un triangulo, figura emblemática de la simbólica masónica. La materia y el color que le compone son representativos. ¿El cordero y el color blanco no serían una representación litúrgica de la pureza de la virginidad y de la inocencia? El Aprendiz lleva su mandil con el babero recogido. Podemos deplorar las dimensiones exiguas dadas muchas veces a los mandiles de los Aprendices. Estos mandiles deberían ser por lo menos grandes como los de los Maestros porque en realidad, en un punto de vista operativo, el obrero, aun mal hábil, debe protegerse más que el Maestro dotado del saber y de la precisión. Ragon dijo al neófito en su ritual del Masón Aprendiz: “Recibid este mandil que llevamos todos y que los hombres más Grandes se hacen el honor de llevar, es el emblema del trabajo, nos recordará que el Masón siempre tendrá que tener una vida activa y laboriosa. Este mandil, que es nuestro vestido masónico, os da el derecho de sentarte entre nosotros, y nunca debéis presentaros en el templo sin estar vestidos por él con el babero recogido.”. Este mandil coge un sentido simbólico, como el alba por un sacerdote. Sobre un plano extrínseco, sirve a proteger como un aislante con su parte inferior rectangular, a apartar el Masón de las influencias nocivas exteriores, cubriéndole las partes bajas del cuerpo, punto donde la tradición reconoce la afectividad y las pasiones. De otra parte, su triangulo recogido sirve a protegerle el epigastrio liado al plexo Solar, centro de los sentimientos y emociones. De hecho, solamente las partes altas (centro de las facultades razonables y espirituales) del cuerpo participan activamente al trabajo y permite al Masón de alcanzar su serenidad. Sobre el plano intrínseco, los sentimientos, las emociones nefastas y las imperfecciones del Aprendiz se han parado y no arriesga molestar la paz profunda del templo gracias a sus radiaciones. En una evolución lógica, después de una aumentación de sueldo, los riesgos supuestos y evocados antes ya no tienen interés de estar, y de hecho podéis abatir el babero sobre el mandil: el osmosis ya está adquirido entre el Ser y Su Ambiente. Los colores y adornos del mandil evolucionaran. En este punto de mi plancha, constatemos que una evolución es posible en las formas, colores y maneras de llevar el mandil. Es todo el contrario con los guantes. El uso de los guantes no se ha caído todavía en el anticuado, y aunque los Masones Franceses respetan esta tradición, sería recomendado que este generalizada a toda la Masonería. Somos contentos de constatar que fuera del Hexágono Francés, hay países extranjeros que esta regla no sufre con ninguna excepción. Los guantes blancos del Masón, ¿pero es útil repetirlo que por el color inmaculado son un símbolo de pureza? En la liturgia católica, el color de los guantes está liado a la pureza del corazón y de la obra. Privilegios de los obispos y de los cardenales, en el siglo XII evoluciona, y hace juego con los colores de los adornos obispales y vuelve respectivamente violeta y rojo. En la Masonería, son blancos, y se quedaran así a lo largo de nuestra vida, cual sea nuestro grado o nuestra función. Antes, cuando llegaba, El Aprendiz recibía de sus Hermanos dos pares de guantes. Una para él y la otra la tenía que dar a la mujer que estimaba más. Estos guantes blancos evocan al Masón sus compromisos. La mujer quien les lo enseñara cuando estará a punto de fallar, le aparecerá como su consciencia viva, como la guardiana de su honor. ¿Que misión más importante podríamos confiar a la mujer que amamos más? El ritual deja notar que no es la mujer que amamos más porque muchas veces, el amor es ciego y puede equivocarse sobre el valor moral de la que debe ser la inspiradora de todas las obras grandes y generosas. Antes, esta mujer, jugada más digna, llevaba el nombre de “clandestina”. Históricamente, se dice que los guantes del masón significan que sus manos son limpias porque no participó al asesinato de Hiram. Los guantes son símbolos y objetos de rituales. Como el mandil, encontramos funciones aislantes del “Decoro”. Un magnetismo real se desprende de la extremidad de nuestros dedos. Unas manos vestidas de blanco solamente pueden dejar filtra un magnetismo transformado y benéfico para nuestro entorno. A contrasentido, estos guantes protegen el aprendiz de las agresiones exteriores que provienen de objetos no limpios que podría tocar. En una asamblea de masones, todos con guantes blancos, se desprende un ambiente muy particular que nota enseguida una persona no advertida. Una impresión de alivio, de serenidad y de quietud sigue naturalmente. Traer estos signos distintos que son nuestros “decoros” a una tenia profana es más profundo de lo que podemos creer. Es igual por muchos símbolos que se vuelven eficientes cuando pasan de un plano mítico a un plano ritual. He dicho.