La Constitución de los Estados Unidos lo hace posible: cualquiera puede fundar una religión y difundir su mensaje. Desde inofensivos seguidores de alienígenas y curanderos autoproclamados hasta tiránicos gurús de sectas, el abanico de comunidades religiosas es amplio. Una segunda ola New Age invade los Estados Unidos desde hace unos años.
Chamanes, gurús de autoayuda y esotéricos hacen buenos negocios con la búsqueda del sentido de la vida. La autocuración con Kambó, el veneno de una rana amazónica, que se administra en sesiones grupales, tiene actualmente muchos adeptos en la escena New Age. Su uso provoca vómitos, palpitaciones y mareos, que los consumidores consideran como una limpieza del cuerpo. Si se utiliza de forma incorrecta, este polvo puede provocar un paro cardíaco. Pero en los Estados Unidos, la muerte de un seguidor no significa el final de la carrera de un gurú. El gurú de autoayuda James Arthur Ray fue sentenciado a dos años de prisión en 2011, después de que tres participantes de su taller murieran en un seminario de sudación chamánica. En 2019 celebra su comeback en Las Vegas y vende cursos de autorrealización por miles de dólares. Para sus seguidores, esto es una prueba de que la estrategia de Ray funciona. Estados Unidos es el país de origen de grandes sectas que viven de la absoluta entrega económica de sus miembros. En 2019, causó sensación la condena de Keith Raniere, fundador de una secta, quien había explotado y en ocasiones abusado de 15.000 mujeres. Una desertora informa sobre los bárbaros métodos con los que se mantenía a las mujeres en la secta. El reportaje se embarca en un viaje a través de los centros espirituales de los Estados Unidos, y arroja luz sobre las cuestionables prácticas de los gurús autoproclamados.