El presidente del BCE avisa a los jefes de Estado y de Gobierno de los países del euro que él solo no puede, que caminamos hacia una nueva recesión si no se aprueba una agenda de reformas para diciembre.
La última portada de 'The Economist' |
Cuando en muchos artículos de la prensa financiera se leen análisis que parten de algún lugar del presente y a "seis años de finalizada la Gran Recesión", no es fácil evitar la sensación de vivir en otro planeta. Recuerdo cuando hace poco, un recién llegado a la actividad pública con el actual gobierno y después de décadas de duro trabajo en el sector privado me describía su primer mes y medio en lo público: "No he trabajado más en mi vida", para a renglón seguido afirmar: "Pero no te engañes, trabajar mucho en la Administración está muy mal visto". Después de recordarme que se encuentra más cómodo en la izquierda política, me dice con cierto asombro dada su experiencia y edad: "No te puedes hacer una idea de la cantidad de gente que con salarios asegurados no hace absolutamente nada. La cafetería está abarrotada a las ocho de la mañana. Viven en otro planeta. Esto precisa una reforma profunda, porque no se ha hecho nada".
Acudía a un almuerzo que organiza una entidad financiera con representantes de Pimco y BlakRock, principal gestor de renta fija y mayor gestor de fondos del mundo, respectivamente. A pesar de defender estrategias de gestión distintas, coinciden en la visión: "La Reserva Federal subirá los tipos de interés". De hecho ya trabajan con esa máxima. Sin asomo de duda. Del mismo modo que no tenía tampoco asomo de duda un gestor de un gran banco norteamericano que, en un desayuno a puerta cerrada, no tenía reparo en asegurar que habrá una nueva crisis del euro en Europa en un plazo no superior a tres o cinco años, a la par que advertía sobre China, de modo que no quedaba tampoco duda de su poca confianza en el verdadero estado de las finanzas de los asiáticos.
Diferenciaba una economista entre expectativas y previsiones, aunque las diferencias son mayores: entre realidades y percepciones
El viernes nos levantamos con el último número de The Economist en los dispositivos electrónicos. Su portada, como casi siempre, es un editorial. Su otro editorial, el escrito, parecía sacado de otro tiempo. Cargado de advertencias sobre la situación europea, renunciaba a la defensa de los dogmas liberales para lanzarse a reclamar un plan de inversiones paneuropeo financiado con la compra de la deuda por el BCE, defendiendo incluso un cambio de reglas para que el gasto en inversiones no compute como tal y así poder tener mayor déficit. Pocas líneas antes afirmaba: "A medida que la deuda crece desde Italia a Grecia, los inversores tendrán miedo, los populismos ganarán terreno y más pronto que tarde, el euro colapsará". ¡Sorprendente!
Ya solo faltaba el tono, que las crónicas describen de dramático, con el que el verdadero líder europeo, el presidente del BCE, Mario Draghi, se dirigía a los jefes de Estado y Gobierno de los países del euro reunidos en Bruselas el pasado viernes para advertirles de los riesgos y reclamar "una agenda de reformas para diciembre con calendario de puesta en marcha por país". El verdadero y único líder está dispuesto a lo que sea para salvar al euro, pero él solo no puede. Está avisando. Y mientras, el presidente saliente de la Comisión confiesa que "Alemania no se fía". Recién llegado de Bruselas y tras constatar que al menos hay altos funcionarios de la institución que tienen seria preocupación por el futuro de la Unión, que definen como frágil, un interlocutor se escandalizaba de tal calificación cuando compartía con él la confidencia. Después leo que Citroën pide a la planta de Vigo, que pasa por ser la más productiva de la multinacional francesa, un severo recorte de salarios.
¿En serio que hace seis años que se acabó? ¿El qué? ¡Ah! ¡la crisis financiera! Los bancos españoles aprueban. Ya podemos empezar la semana tranquilos. ¡Por fin! Diferenciaba una economista entre expectativas y previsiones, aunque las diferencias son aún mayores: entre realidades y percepciones.