El expresidente de la antigua Yugoslavia, Josip Broz Tito, estaba preparado para sobrevivir al impacto de una bomba atómica de 20 kilotones (como la que destruyó Hiroshima) y pasar hasta medio año en un búnker secreto, que ahora puede ser visitado.
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En esta experiencia podrían haber acompañado al líder yugoslavo hasta 350 allegados, militares y empleados técnicos. Aunque primero hubieran tenido que viajar bastante lejos de Belgrado, la capital del país, ya que la gigantesca instalación subterránea se encuentra en Bosnia, 40 kilómetros al sur de Sarajevo.
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El conjunto de túneles, despachos, almacenes, oficinas de mecanografía y comunicación se extiende por 6.500 metros cuadrados. Cuenta con generadores eléctricos, fuentes de agua y aire acondicionado. Todos los sistemas vitales son autónomos, ajustados para un eventual ataque nuclear y sus prolongadas consecuencias.
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Tito ordenó iniciar la construcción del búnker en 1953, año en que la Unión Soviética realizó las pruebas de su primera bomba de fusión nuclear, cuya potencia era equivalente a 400 kilotoneladas de TNT. Las obras le costaron a Yugoslavia alrededor de 4.600 millones de dólares y recién fueron acabados en 1979, un año antes de que el mariscal Tito muriera.
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La existencia de este asilo subterráneo fue un hecho clasificado, conocido sólo por un reducido grupo de yugoslavos, además de sus constructores.
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