Ejecuciones sumarias, éxodo en masa, decenas de muertos de hambre y sed, mujeres secuestradas para usarlas como esclavas sexuales, destrucción de aldeas y templos de culto milenario… Mientras todas las miradas del mundo se dirigían a Gaza y la brutal ofensiva israelí, en el norte de Irak el Califato o Estado Islámico recientemente instaurado en Mosul ponía en marcha la máquina del genocidio.
Imagen de los montes de Sinyar llenos de yezidis huyendo de los yihadistas. / Bas News Agency |
En esta ciudad, las primeras órdenes del antiguo ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria) hacia los otros credos se dirigían a los cristianos y chiíes. Sin embargo, a partir del sábado 2 de agosto, las fuerzas califales han comenzado a avanzar por las distintas comarcas alrededor de Mosul expulsando a las distintas minorías religiosas de la zona. De forma muy especial, se han dirigido hacia el Sinyar, una región entre Mosul y la frontera siria que, habitada por unos 300.000 yezidis, es la mayor concentración en todo el mundo de esta religión.
Los yezidis practican una antiquísima creencia que conecta directamente con las enseñanzas deZaratustra y que también tiene en esta zona de Sinyar uno de sus principales santuarios. Los integristas musulmanes los consideran despectivamente “adoradores del diablo” debido a que niegan la existencia del infierno por creer, como decía Zoroastro, que toda persona tiene siempre la capacidad de regenerarse moralmente y, por lo tanto, no puede existir una condena definitiva de sus actos.
Las informaciones llegadas por diferentes vías -organizaciones humanitarias, representantes políticos y testimonios directos- evidencian que los yihadistas están determinados a acabar con esta religión. Para quienes dirigen el Califato de Mosul, los yezidis ni siquiera tienen la posibilidad de pagar un impuesto especial para poder seguir practicando su particular culto, como hacen con los cristianos. La única alternativa que tienen es convertirse al islam; la negativa supone la muerte.
No se sabe exactamente el número de personas sacrificadas; algunas fuentes sitúan la cifra en unos 2.000, otras hablan de cientos y números semejantes se mencionan para hablar de los desaparecidos. La agencia de noticias Bas News, citando un corresponsal en la zona, menciona la cifra de 300 solo en Sinyar y las aldeas próximas de Siba Sheik Kader, Grazarg y Gra Ozair.
La ciudad de Sinyar, la principal y que da nombre a la región, fue atacada el mismo sábado 2 de agosto sin que los peshmergas kurdos encargados de su defensa pudieran contenerles. Entonces comenzó un éxodo en masa por los montes cercanos, unas estribaciones rocosas sin apenas vegetación bajo un sol que en algunos momentos del día puede llegar a los 50 grados.
Issa Barakat, reportero de la agencia Rudaw, sobre el terreno habla de no menos de 100.000 refugiados que han vivido a la intemperie durante esta semana sin agua ni alimentos. Él personalmente da fe de sesenta muertos, fundamentalmente niños y ancianos, por inanición o sed. Otras fuentes hablan de, al menos, 200 o 300 muertos por este motivo.
Distintas fuerzas kurdas han acudido con el objetivo de abrir un corredor hacia la frontera con Siria, impidiendo que los comandos yihadistas que se mueven por toda la región se acerquen a los refugiados. En esta operación colaboran conjuntamente milicianos kurdos de Siria, que han cruzado la frontera con esta expresa misión y refuerzos enviados desde la Región autónoma del Kurdistán.
Solamente en el campamento levantado cerca de la localidad siria de Derik se han asentado ya 15.000. Dentro de la región autónoma, la ciudad de Zajo acoge a otros 10.000, mientras que muchos miles más se han dirigido a las ciudades de Dahok y Arbil. Según explicó telefónicamente a cuartopoder.es Mahmud Haji, un yezidi ex ministro del Gobierno kurdo, esta región, que tiene unos cinco millones de habitantes, ya ha recibido desde que los islamistas se hicieron con el control de Mosul dos millones de refugiados.
Quienes tienen el pasaporte en regla han tenido la suerte de cruzar la frontera de Turquía por el río Habur. Una de estas personas, Firaz Ibrahim Hasan, tras pasar la divisoria turca, contaba a la agencia kurda Dicle su propia experiencia. Él vivía, como todos sus antepasados, en la aldea se Sehan. Aguantaron hasta el último momento pese a que amigos musulmanes les avisaron de las intenciones yihadistas. Tomó la decisión de huir cuando se enteró que en el pueblo próximo habían matado a dos parientes suyos y habían secuestrado a una decena de chicas jóvenes, una de ellas de solo 11 años de edad.
Este es uno de los hechos más trágicos que están ocurriendo, ya que las mujeres yezidis son apresadas tras matar a los hombres para utilizarlas como esclavas sexuales. Algunas fuentes dan detalles sobre estos secuestros, como ha hecho la Comisión Iraquí de Derechos Humanos o el Creciente Rojo, que cita expresamente el caso de las mujeres llevadas desde el aeropuerto de Tal Afar hasta un lugar desconocido en Mosul.
Al parecer, estas mujeres primero son obligadas a convertirse al islam y después son “casadas” con milicianos del Estado Islámico usando la fórmula del “nikah”, que es un matrimonio temporal admitido por algunas corrientes islámicas fundamentalistas.
La diputada yezidi Vian Dakhil, tres días después de iniciarse la campaña yihadista, realizó en el Parlamento de Bagdad, entre lágrimas, un dramático y emotivo llamamiento (ver vídeo) al resto de Irak y a la comunidad internacional que llegaría, como siempre, demasiado tarde: “Estamos siendo masacrados al grito de ‘No hay más Dios que Alá’. Se trata de un genocidio. ¡¡Hermanos!!, dejad vuestras disputas; necesitamos ayuda; os hablo en nombre de la Humanidad; ¡¡salvadnos, salvadnos!!”.