Francisca Guillen nacio en Archena, localidad próxima a La Algaida donde hizo sus profecías la Iluminada- alrededor del año 1900. Predijo en 1900, bajo una lluvia de cera, una futura guerra nuclear.
En Murcia, contra todo pronóstico lógico, llovió cera en el verano de 1900. O, al menos, eso aseguraron las decenas de fieles que seguían las predicaciones de Francisca Guillén, conocida por La Iluminada de La Algaida, en Archena. Y aquel repentino chaparrón hizo brotar cruces de los campos, que luego ascendieron al cielo como una bandada de abubillas alocadas. Estos supuestos prodigios constituyen el fenómeno más extraño acaecido en la Región durante todo el siglo XX; hechos que atrajeron la atención de la prensa nacional y que acabaron teñidos de sangre y misterio.
Todo comenzó el día en que Francisca, con 25 años de edad, una humilde aldeana sin más conocimientos que los aprendidos en el hogar, que compartía con 6 hermanos, se arrodilló frente a su casa, alzó los brazos al cielo y, supuestamente, entró en éxtasis. Al principio, los parroquianos creyeron que había perdido el juicio; pronto se convencieron de que algo extraño le ocurría a la muchacha.
Analfabeta, nadie se explicaba la razón de que hilara tan bien sus discursos. Estas intervenciones, que comenzaban a ser multitudinarias, se centraban en criticar el pecado que, en su opinión, atenazaba al mundo.
Más sorprendentes resultaban sus profecías que, en gran medida, se vieron cumplidas después de su muerte. Entre ellas, Francisca advirtió de que una guerra en España «enfrentará a hermanos contra hermanos», que «una gran sequía azotará esta tierra», que «los hombres y las mujeres no se distinguirán por sus ropas» y que «llegará un tiempo en que veamos el pan tirado por las calles y, en su lugar, se comerán bizcochos». Más escalofriante resultó el anuncio, aún hoy no cumplido, de una guerra nuclear.
Los periódicos nacionales atacaron a la Iluminada desde el principio. El Español tildaba el caso de «escándalo increíble» y La Época recomendaba el ingreso en un manicomio. Ella seguía predicando, en trances que inquietaban a la autoridad eclesiástica. Hasta que enfureció. Francisca se atrevió a advertir de que «dice Dios que me creáis porque sus ministros no cumplen con su deber».
El enfado del obispo
La reacción del obispo de Orihuela fue inmediata al conocer que la Iluminada lamentaba que, por la situación del mundo, «Dios está para tomar un camino». «El camino del manicomio es el que debe tomar esta mujer», sentenció el prelado. Entretanto, nuevos supuestos prodigios extendían la fama de Francisca. Así, los diarios informaron de que «cayó del cielo una lluvia de oro y plata», que la muchacha identificó como «trozos del manto de la virgen»; trozos que el propio cronista aseguró haber visto. No todo fueron críticas. El Diario de Murcia publicó un crónica, el 1 de julio de 1900, donde exigía respeto para «esta pobre loca». Entre otras razones, porque «demencia peor que la locura es no respetar a quien la padece; abultando con mil patrañas lo que decía». Además, el Diario se preguntaba: «¿Por qué esta pobre mujer no había de poder condenar tanto desprecio a la Ley Divina?».
El aljibe familiar se convirtió en una improvisada fuente milagrosa cuyas aguas, según Francisca, sanaban cualquier dolencia. Aunque no fuera esto lo más curioso. Algunas de las recetas y consejos que daba la Iluminada a los enfermos que hasta Lorquí acudían en busca de remedio pronto se hicieron célebres. Fue el caso de un hombre a quien recomendó, para sanarle un miembro tullido, que cociera plumas de pavo blanco y raíz de perejil. Después de tragar esta pócima debía masticar la cabeza de un alfiler negro. A otro desgraciado le indicó que durmiera ocho días en el tejado, con los brazos en cruz. Pese a todo, siempre planeó la sospecha de que la joven nunca hizo estas prescripciones, sino más bien sus detractores.
La situación llegó a tal extremo que el Gobernador Civil ordenó su ingreso en el manicomio, el día 27 de junio, el mismo día en que una tormenta causó grandes riadas en toda la Región. Un mes duró su reclusión, tanto como la polémica por un internamiento que muchos consideraban inapropiado. Cuentan que Francisca se comprometió a no predicar más; pero lo cierto es que pronto anunció un nuevo trance, esta vez vigilado por la guardia municipal de Archena. El enfrentamiento fue inevitable y se saldó con decenas de lisiados, la muerte de un hermano de Francisca y de un guardia, que dejó viuda y tres niños.
Francisca y su familia se refugiaron en la casa, donde velaron el cadáver del hermano. Fue necesario que el juzgado ordenara a la Guardia Civil derribar la puerta para acceder a la casucha. Y aquí se acabó la romería. Nada se supo de la Iluminada hasta 32 años después, cuando La Verdad publicó un breve sobre el suicidio de una mujer en Lorquí, que se arrojó a una acequia. Tenía 57 años. Desde entonces se mantiene el rumor de que fue asesinada.
De Francisca se olvidó la historia hasta 1963, cuando se produjo una terrible explosión en el polvorín Archena. Muy pocos recordaban que también lo había predicho la Iluminada.
Autor del artículo: Antonio Botías