Las tensiones entre Irán y Estados Unidos se encuentran en su apogeo. El 11 de octubre, el fiscal general Eric Holder acusaba a la República Islámica de ingeniar un atentado en suelo estadounidense. “Hoy, el Departamento de Justicia presenta cargos contra dos personas que presuntamente intentaron perpetrar un atentado mortal dirigido por facciones del ejecutivo iraní con el fin de asesinar a un embajador extranjero aquí en Estados Unidos-“, anunciaba.
Las tensiones se agravaron durante las siguientes semanas. El 8 de noviembre, la Agencia Internacional de la Energía Atómica difundía un informe que concluye que el programa nuclear de Irán incluye piezas que no pintan nada en un programa nuclear civil, sólo aplicaciones militares. Un mes más tarde, el Cuerpo de la Guardia Islámica Revolucionaria abatía un avión estadounidense secreto no tripulado. Sólo en las dos semanas siguientes, las autoridades iraníes anunciaron haber capturado a un espía de la CIA y el gobierno estadounidense anunciaba una recompensa de 10 millones por Yasín as-Suri, un importante financiero de Al Qaeda que se cree reside en Irán.
En medio de las tensiones, Teherán se muestra desafiante. El Cuerpo de Marina de la Guardia Islámica Revolucionaria (IRGC-N) tiene previstas dentro de poco unas maniobras de 10 jornadas, presuntamente para manifestar la capacidad de cerrar al tráfico el Estrecho de Ormuz. Las autoridades iraníes han rechazado tanto la oferta de la administración Bush como la de la administración Obama de montar una línea directa para desactivar cualquier crisis en el Golfo Pérsico. El 27 de septiembre, Alí Fadavi, el responsable del Cuerpo de Marina, anunciaba: “la única forma de poner fin a sus inquietudes es que Estados Unidos abandone la región-“. El Pentágono adopta el enfoque contrario: dentro de unas semanas, tres portaviones estadounidenses con cazas de combate entrarán en el radio de alcance de Irán, mientras que normalmente solamente hay uno o dos en el Golfo Pérsico o en el Mar de Omán.
Irán y Estados Unidos parecen estar ahora en rumbo de colisión. El 18 de diciembre, el Secretario de Defensa León Panetta anunciaba que si Estados Unidos obtiene “información de Inteligencia que apunte a que se está desarrollando un arma nuclear, entonces tomaremos las medidas que sean oportunas para impedirlo-“, añadía, agitando más el fantasma de un conflicto militar.
Los kurdos iraquíes y los iraquíes en general discuten si las inquietudes occidentales en torno al programa nuclear de Irán están justificadas y también debaten la responsabilidad por las recientes tensiones entre Washington y Teherán. Los analistas -en Washington, Jerusalén o Teherán- convienen en gran medida, sin embargo, en que Oriente Próximo está más próximo a una guerra importante que nunca desde 2003.
Cualquier conflicto -sea entre Israel e Irán o entre Estados Unidos e Irán- tendrá un enorme impacto sobre el Kurdistán iraquí y sobre Irak. Aunque muchos diplomáticos y tertulianos especulan diciendo que Irán puede tratar de cerrar al tráfico el Estrecho de Ormuz en caso de guerra, esto no es probable. La marina estadounidense no sólo puede volver a abrir el estrecho paso en cuestión de 24 horas, Irán también necesita exportar crudo y la importante gasolina refinada para sobrevivir. Bloquear al tráfico el Estrecho sería contraproducente para Irán.
¿Cómo puede entonces tomar represalias Irán en caso de estallar la guerra? Si las organizaciones de respaldo iraní destruyeran o sabotearan las terminales de carga del crudo del sur de Irak o las infraestructuras de los yacimientos de Rumaila, Irán podría sacar del mercado 1 millón de barriles al día, disparando el precio de lo que Irán se embolsa a través de sus derechos de explotación. La petrolera iraquí South Oil Company carece de cualquier plan de contingencia para impedir tales interrupciones del abastecimiento.
La cuestión para las autoridades kurdas es disponer de esos planes de contingencia. Después de todo, el crudo es cada vez más importante para la economía kurda, pero los yacimientos del Kurdistán están totalmente expuestos al sabotaje y los problemas de suministro. Que Irán reciba petróleo de contrabando procedente del Kurdistán iraquí puede no bastar para comprar la calma. El valor del crudo kurdo en cualquier conflicto
próximo se elevaría en función de la producción. Esas petroleras occidentales están tan metidas en el Kurdistán que simplemente hacen más tentador el sabotaje iraní.
Los iraníes pueden minar la región por otras razones. Mientras que antes de que cayera Sadam, muchos analistas esperaban que Kirkuk se convirtiera en un conflicto abierto entre turcomanos y kurdos, los turcomanos recurrieron con más frecuencia a las milicias chiítas en lugar del Frente de Liberación Iraquí. Los iraquíes de todos los grupos étnicos y sectarios entendieron que el Frente es poco más que una fachada de la Inteligencia turca, y los turcomanos chiítas sintieron la discriminación sectaria de Ankara.
El ejército Jaysh al-Mahdi o la división Badr del gobierno de Kirkuk no son casualidades: cada estado de la zona está mirando a Irak a través del prisma de los precedentes. Si los kurdos iraquíes tuvieran un federalismo más fuerte - con importantes ingresos del crudo para apoyarlo - ¿qué impediría a los kurdos iraníes hacer exigencias parecidas? Los disturbios registrados en Merivan y Mahabad poco después de la firma del Ley de la Administración de Transición no hacen sino subrayar la inseguridad iraní. De esta forma, Irán puede aprovechar la oportunidad para minar el Kurdistán iraquí no sólo perjudicando a la economía occidental y disparando el precio del crudo iraní, sino también con el fin de lograr un objetivo político.
Más en general, la libertad relativa que disfrutan los kurdos supone una afrenta para Teherán, el régimen iraní no tiene mucha autoconfianza. Entiende que son contados los iraquíes que todavía creen en la idea del Guardián de la Jurisprudencia Islámica, y por eso Teherán quiere que iraquíes o kurdos iraquíes no tengan ninguna libertad que Alí Jamenei no tolera dentro de su propio país.
El Gobierno Regional del Kurdistán puede creer que puede permanecer neutral. La neutralidad no traerá seguridad. Pocos en Estados Unidos han perdonado u olvidado la abstención de Yemen en el Consejo de Seguridad de la ONU, por ejemplo, después de que Saddam Hussein invadiera originalmente Kuwait. La desconfianza es ya elevada. La cúpula kurda está enfadada por ser abandonada, una vez más, por Occidente. Mientras tanto, las ventas kurdas de secretos estadounidenses a los iraníes durante los años de presencia estadounidense generaron desconfianza significativa hacia los kurdos en los círculos del espionaje y el Pentágono.
Los iraquíes pueden poner sus miras en los estadounidenses y los demás occidentales que residen en el Kurdistán iraquí. Los funcionarios de la seguridad kurda han mantenido la tranquilidad en la región no sólo a través de la eficacia del estado policial, sino también sobornando al espionaje iraní con información relativa a los estadounidenses presentes en la región. Ese pacto con el diablo puede pasar factura al Kurdistán si los iraníes deciden que el deseo de venganza se impone a las ventajas de la estabilidad. En juego no hay solamente cientos de vidas, sino también la reputación del Kurdistán y el futuro de las inversiones en la región.
Algunos políticos kurdos pueden creer que su propia relación estrecha con los políticos iraníes y los funcionarios de la seguridad se impone a cualquier intervención iraní importante. Cuando el Presidente iraquí Jalal Talabani tuvo una urgencia médica y fue evacuado a Jordania en el año 2007, un destacado funcionario de la Unión Patriótica del Kurdistán se reunió con las autoridades del espionaje iraní al otro lado de la frontera para solicitar su apoyo -no el de América- caso de ser necesaria una sucesión. En lugar de ayudar a ese funcionario, las autoridades iraníes dieron a conocer su maniobra con el fin de agravar las divisiones kurdas y minar la estabilidad política.
Si estalla la guerra entre Irán y cualquier estado occidental, los kurdos quedarían atrapados entre la espada y la pared. No habría resultado bueno, ni para el gobierno regional ni para los kurdos iraquíes. Debatir la posibilidad de guerra, sin embargo, no equivale a defender una. Considerar más detenidamente esos escenarios permitiría al gobierno mitigar los daños y reveses potenciales. La planificación puede no ser el punto fuerte del Gobierno Regional del Kurdistán, pero el precio podría ser elevado si las autoridades kurdas no empiezan ya.
Autor: Michael Rubin
Fuente: http://www.aurora-israel.co.il/
Fuente: http://www.aurora-israel.co.il/