jueves, 7 de noviembre de 2013

La rebelión de los trabajadores de RTVV llega "cuando la gente no nos cree, no tenemos audiencia. Nadie nos ve y nadie nos quiere",

El régimen en España está herido de muerte. Los que gobiernan el país, carecen de valores éticos o morales. Por eso, la lealtad de los trabajadores públicos hacia el poder político no dura ni medio segundo cuando ordenan el cierre de una empresa pública en la que están trabajando. Los trabajadores de la RadioTelevisión Valenciana se han rebelado contra el PP de la Comunidad Valenciana y han tirado de la manta, describiendo sus conductas miserables que son muchas.

Durante el noticiario y con decenas trabajadores al fondo, los presentadores leyeron un comunicado contra sus jefes políticos. Anuncian que lucharán por mantener sus puestos de trabajo. Acusan a exdirectivos de RTVV de estar implicados en el caso de corrupción de Gürtel, a otro ex-directivo le acusan de está imputado por acoso sexual a trabajadoras de la cadena y los trabajadores acusan de ser responsables de elaborar un ERE "ilegal". Los trabajadores tachan de "vileza y acto de cobardía" que no les comunicasen oficialmente el cierre del ente público autonómico.


Muchas personas pertenecientes al espectro ideológico de la derecha y afines al Partido Popular, han preferido cerrar los ojos y alabar la actitud del gobierno valenciano de cerrar la radiotelevisión autonómica, afirmando que era un despilfarro inasumible para las arcas públicas.   En realidad, el PP de la Comunidad Valenciana no cierra RTVV por un deuda multimillonaria imposible de pagar sino porque los directivos de RTVV, puestos a dedo por el gobierno valenciano, han sido incapaces de realizar una buena gestión al frente de ente, a pesar de que cobran sueldos desmesurados. La plantilla de RTVV estaba sobredimensionada, el gobierno valenciano intentó realizar un Expediente de Regulación de Empleo (ERE), pero el juzgado competente dictó sentencia afirmando que ese ERE era ilegal. Ante ese hecho, Alberto Fabra, president de la Generalitat Valenciana, decidió ordenar el cierre, justificándolo con unas declaraciones demagógicas: "No cerraré un colegio o un hospital por tener televisión autonómica" pero hay que subrayar RTVV dobló su plantilla y multiplicó la deuda por 40 con la gestión del PP, alcanzando los 1.500 millones de euros.

En cambio, muchas personas pertenecientes al espectro ideológico de la izquierda, están divididas ante la actitud de los trabajadores. Algunos les echan en cara su mutismo sobre los desmanes de sus directivos durante años y se lamentan que hayan decidido largar las conductas miserables de sus jefes, cuando se han visto despedidos, acusándoles de egoístas y oportunistas. Otros consideran que es lamentable que un medio de comunicación difusor de la cultura valenciana se vea abocada al cierre, se solidarizan con los trabajadores, eximiendoles de responsabilidad alguna de la situación, se muestran compresivos porque hayan guardado silencio sobre ciertos temas por temor a sufrir alguna represalia laboral.

Mas de uno, se acordó del poema del pastor cristiano protestante Martin Niemöller para definir el radical cambio de actitud de los trabajadores de RTVV:


Cuando ya no hay nada mas que perder y has tenido como jefes a una piara de cerdos, Mas de uno considera que ha llegado la hora de realizar una catarsis pública para exorcizarse de antiguos demonios. Es el caso de la periodista Iolanda Marmol que trabaja en la RTVV ha decidido tirar de la manta al enterarse de que el gobierno de la Comunidad Valenciana (España) quiere cerrar el canal de TV donde trabaja.

Recuerdo cuando nos exigían grabar a Eduardo Zaplana de su perfil bueno. Y la oda que me encargaron sobre él cuando dejó la presidencia de la Generalitat Valenciana para ser ministro. También recuerdo la bronca y los gritos que me dedicaron cuando en ese vídeo de retrospectiva Zaplana aparecía en una imagen con la tránsfuga que le había permitido hacerse con la alcaldía de Benidorm. Recuerdo poco después, cuando de ser el Elegido, paso a ser en innombrable. Cómo nos prohibieron que apareciera en los planos. Cómo buscaba perífrasis absurdas cuando no podía nombrarle en mis directos en los leones, a pesar de ser el portavoz del PP en el Congreso. Cuando Camps impuso su ley en Canal 9. Cuando nos dieron la orden de dejar de llamarle Francesc para que fuese llamado Francisco, coincidiendo con la época en que se postulaba como posible sucesor de Rajoy. Cuando trataron de prohibirme que contase que Zaplana dejaba su escaño en el Congreso. Cuando me prohibieron decir que Zapatero había anunciado el cheque-bebé, como si de este modo los valencianos no fuesen a conocer la noticia. Cuando escribías 'fracaso estrepitoso' y te lo cambiaban por 'éxito discreto'. Cuando nos desplegaron para loar las maravillas de Terra Mítica en su inauguración y no podíamos decir que no había ni una sombra. Cuando me reñían porque me salía el acento catalán 'y eso molesta a los blaveros'. También recuerdo cómo corría el cava en las plantas de dirección de Canal 9 en Burjassot las noches electorales de mayorías del PP, mientras que los redactores comíamos bocatas de salami. Cuando se pagaban directos millonarios para que Camps saliese hablando en directo en pleno Amazonas. Y los millones de veces en las que no me dejaron poner declaraciones de la oposición. O de cualquier ciudadano que criticase al PP, o a la Generalitat. Y recuerdo también cuando nos prohibieron decir 'recortes'. Tampoco pude decir que miles de manifestantes gritaban contra el gobierno. Los manifestantes no 'colapsaban'el Paseo del Prado, la manifestación 'transcurría por'. Y no poníamos pancartas explícitas contra Rajoy, ni contra el PP. Y fueron tantas, tantas, que un día empiezas a sentir vergüenza de trabajar para ellos. Ahora se termina. Injustamente. Pero lo ganaron a pulso.

En unas declaraciones a infolibre.es, Iolanda Marmol se explaya: “La influencia era clara y directa: desde el Palau de la Generalitat hasta el estudio”. Las órdenes bajaban en cascada a través de los cargos intermedios y recaía en los redactores". También destaca que la gente no se ha enterado porque no ha querido escucharnos. "El Comité de Redacción se hartó de denunciar lo que ocurría y prácticamente nadie nos escuchó", dice. "Que la gente haya retuiteado y se haya enterado de todo ahora es otra cosa, pero cualquier persona que haya querido saberlo lo ha podido saber. Nosotros lo dijimos, y nadie nos escuchó", explica. "Ahora se podía hablar de todo", insiste, pero es demasiado tarde."El enfermo está muerto, la gente no nos cree, no tenemos audiencia. Nadie nos ve y nadie nos quiere", apostilla.

En la vida, normalmente se cosecha lo que se siembra.