Profecía dada el 20/04/2011 por el Hermano Leillian Rivera, sobre el pastor protestante cristiano evangelico pentecostal Yiye Ávila
El Señor me mostró que se llevaba a su siervo Yiye Ávila, no supe cómo fue pero sabía que había sido de forma natural; en sueño, en su cama descansando.
Una vez que esto ocurrió, todo el pueblo de Dios sabía que en cualquier momento comenzarían los juicios de Dios sobre Puerto Rico.
Me vi mirando "La Cadena del Milagro" (CDM Internacional)que estaba informando los detalles del velatorio. La programación continuaba su curso; esa era la voluntad del Padre y sé que también de su siervo.
Entonces tuve una visión dentro de mi visión: vi que un varón (mi hermano mayor), transportaba el ataúd a una ciudad, no estoy segura si era en Puerto Rico o en Estados Unidos, pero me inclino más por E.U.
Entonces vi gente decir: "¡tanta cosa con ese hombre! y ahora hay que rendirle pleitesía". Esas palabras hirieron aún más el corazón de Dios pues simultáneamente, según veía la programación del canal, vi como comenzó a temblar aquel estudio y la tierra con una furia indescriptible. Era toda la ira y la mano de Dios cayendo sobre la tierra.
Vi como se abrió y se partió la tierra de un extremo a otro, en sus cuatro puntos cardinales se desgarraban en una cólera exagerada. Vi objetos caer sobre mucha gente y las vi morir en una agonía tremenda; entonces clamaban en sus corazones por misericordia. Vi levantarse el mar y cubrir la mitad de la tierra, como si fuera una cortina de agua. Entonces comencé a correr junto con una gran multitud de gente desesperada. En el aire se respiraba el terror, la muerte, la desesperación.
Corrí junto a un grupo de personas a un ascensor mientras otros corrían a otros lugares. Recuerdo que antes de que las puertas del ascensor se cerraran, vi a una mujer joven, delgada, que estaba con su bebé en el cochecito. La llamé desesperada y le dije que corriera a los brazos del Señor, que era su última oportunidad. Ella sacó una tarjeta de crédito de su bolsillo y me dijo riéndose que iba al centro comercial a comprar. Yo le grité al tiempo que se cerraban las puertas y entonces, justo antes de cerrarse, la vi caminando de espaldas cuando un pedazo gigante del edificio terminó con su vida y la de su bebé aplastándolos en el acto.
Dentro del ascensor vi a una mujer y supe que trabajaba en el ministerio de Yiye Ávila; era una sierva de Dios. Nos abrazamos y comenzamos a gemir y clamar por la humanidad. Yo estaba aterrada. Ella comenzó a hablar en lenguas y me decía: "¿por qué temes, dice el Señor? No hay porque temer, acaso no sabes ya que es necesario que esto ocurra y que aún muchos tengan que morir"? El ascensor comenzó a estremecerse y el techo del mismo se desplomó arrancándole la vida a algunos que estaban allí. Yo levanté mis manos al cielo y dije: "Señor, aquí está mi alma, te pertenece, si llegó mi hora, hágase tu voluntad".
Lo que veía a mi alrededor era tan real que parecía una guerra... era espantoso, una masacre. El aire olía a sangre y muerte. Había dolor en los rostros, desesperanza y miedo, vi en aquella multitud hombres, ancianos, mujeres con coches y sus niños correr buscando un lugar seguro, pero hermano, ¡¡no lo había!! Vi edificios enteros caer, ciudades enteras dividirse con una grieta gigantesca, vi las calles romperse, los carros volar por el aire, las casas derrumbarse.
Cuando desperté sentí un profundo deseo de clamar por toda la humanidad, por misericordia. Comencé a orar, a pedirle confirmación al Señor para poder hablar esto que escribo y el 18 de mayo, tres días después, el Señor me dijo en una revelación estas palabras: "me lo llevo pronto, es necesario, urge que le avises a mi pueblo", mientras, veía al siervo de Dios Yiye Ávila en la mano de Dios como durmiendo y con unas vestiduras blancas hermosas.
Pueblo de Dios y amigo que lees, es necesario que endereces tus pasos y que te afirmes pues asi como esa joven que dio la espalda, hay muchos que caminan de espaldas a Dios, es tiempo ya de que arregles tu vida y que le abras tu corazón. Si aún no lo has recibido, ábrele tu corazón y dile: "Señor, reconozco que soy pecador, te necesito, entra a mi vida y límpiame. Endereza mis veredas y hazme imitador tuyo. Escribe mi nombre en el libro de la vida, bautízame con tu Santo Espíritu para tu gloria, en el nombre de Jesucristo, amén.
Revelado a Leillian Rivera,
profeta de Jesucristo, para su Gloria y Honra